El orgullo de un vampiro

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9 years 10 months ago #2741 por Hammerpain
¡Hola a todos! Me gustaría presentaros:

“EL ORGULLO DE UN VAMPIRO”

Es el inicio de un proyecto mucho mayor que tengo en mente y cuyo título es “ESTIRPES OSCURAS”.
¡Una historia para poner los pelos de punta! Tened mucho cuidado cuando os aventureis en la noche…

Debido a la extensión del texto, que hace imposible su completa publicación aquí, puedes leer la historia entera en:

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Unos ojos brillantes observaban a Elise desde las profundidades de la niebla. De hecho llevaban observándola un buen rato, sin perder un sólo detalle de su hermoso rostro y su magnífica figura. Aquellos misteriosos ojos tenían un color muy extraño, como si un atardecer de verano fuera prendido por fuegos rojos y naranjas. La lascivia que desprendían era tan intensa que Elise parecía sentirla recorriendo todo su cuerpo. Cada pocos pasos miraba de reojo hacía atrás, como si buscara un fantasma que la estuviese siguiendo. De alguna forma percibía que alguien la observaba, una sensación que ya había conocido esa misma noche.


******************


Eran casi las tres de la mañana y se encontraba tomando una copa en un concurrido bar en el centro de la ciudad. Estaba sola, era una chica introvertida que gustaba de su propia compañía y de perderse en sus propios pensamientos. Muchas eran las miradas masculinas (e incluso femeninas) que la admiraban pues su belleza era tal que no podía pasar desapercibida. Con el pelo recogido en una coleta y sus gafas tenía toda la pinta de una cerebrito devoralibros, llevaba una chaqueta blanca sencilla, pantalones vaqueros y botas. Pero su rostro era como el de un ángel, su piel suave como la seda y su cuerpo sería la envidia de cualquier diosa.

Entonces se percató de un desconocido que destacaba entre todos los que la observaban. Era increíblemente apuesto, los ojos anaranjados oscuros pero brillantes a la vez le daban un aire mágico. Tenía el pelo castaño y bien peinado, era alto, vestía una gabardina negra que ocultaba un elegante traje.

La muchacha sintió el embriagante poder que despedían aquellos ojos y notaba como si pudiesen desnudar su alma. Se mostraba fascinada y desconfiada al mismo tiempo. Un grupo de gente pasó entonces delante de ella y cuando volvió a tener línea de visión con el sitio donde se encontraba el hombre, este ya no se encontraba allí. Lo buscó por todas partes pero había desaparecido. Un ligero sentimiento de decepción acudió a ella y bajó lentamente la cabeza con expresión contrariada.

De pronto una mano se posó en su hombro con gran delicadeza.

—No debes temerme florecilla...

— ¿Perdón? —dijo ella volviéndose para ver quien le estaba hablando.

—Sé que me temes y me deseas, lo he visto en tu mirada y en tu corazón, pero no te preocupes, no voy a hacerte ningún daño.
La rodeó con pasos lentos y seguros y se sentó con ella en la mesa.

— ¿Nos conocemos? —preguntó ella todavía anonadada.

—Yo sí te conozco. Me tomarás por un loco pero tu mente no tiene secretos para mí —fue la misteriosa respuesta del desconocido.

— ¿Cómo? ¿Acaso me está espiando? ¿Quién es usted? —Elise estaba empezando a ponerse algo nerviosa y a alzar la voz.

—Te gusta hacer preguntas, ¿verdad querida?— le dijo mientras le acariciaba la mano.— Tranquilízate, mi nombre es Bernard y sólo estoy aquí de paso. Me encuentro solo al igual que tú, así que mi única intención es tener a alguien con quien charlar un poco.

Esas palabras hicieron que Elise se calmara un poco y que sustituyera la desconfianza por el interés.

—De acuerdo señor...

—Bernard, por favor. Llámame Bernard.

—Bernard —se corrigió—. Seguro que eres una persona muy interesante, no lo dudo, pero me encuentro un poco cansada y quiero irme a casa.

—Muy bien, no quisiera que por mi culpa mañana te encontrases mal. Habrá otra ocasión para hablar y conocernos mejor. Mañana volveré por aquí a esta hora, si te parece.

—Gracias por tu comprensión, eres un caballero — le dedicó una tímida sonrisa que él correspondió con otra.

—Hasta mañana pues—. Bernard se levantó y dejó sobre la mesa el dinero que costaba la copa que se estaba tomando Elise.

—No me has dicho tu nombre— le dijo mientras volvía a posar la mano sobre su hombro y acercaba su cara a la de ella.

—E... Elise —tartamudeó la joven nerviosa por la proximidad del seductor Bernard.

—Precioso. Volveremos a vernos Elise, no lo dudes —y con estas palabras desapareció entre el gentío.

Elise se quedó mirando el lugar donde Bernard había estado hacía un momento mientras recordaba cada frase que le había dicho. Su voz era cautivadora y no había manera de sacarla de su cabeza. Tan absorta estaba que no se dio cuenta de que otro hombre se ponía delante de ella, pues creía que Elise le estaba sonriendo. Se disculpó educadamente con él y, tras terminar su copa y ponerse el abrigo, abandonó del bar.


******************


No había la menor duda, la había visto por un momento, estaba segura. Una sombra siniestra escondida en una esquina... y lo que más la asustó, dos puntos de brillante color anaranjado que se habían esfumado al instante.

Las calles estaban desiertas, ni siquiera pasaban coches. Sólo se oía el ruido de sus tacones mientras caminaba. Habían pasado dos horas aproximadamente desde que se fue del bar. Su casa se hallaba en un barrio apartado, lleno de pequeñas callejuelas que parecían formar un laberinto.

Elise tarareaba una cancioncilla que había aprendido hacía ya tiempo y que le ayudaba a tranquilizarse normalmente, pero en esta ocasión no surtía mucho efecto pues parecía olvidarla en cuanto dos ojos sobrenaturales aparecían en su mente.

En su mente... y también en la realidad. Otra vez los volvió a ver, esta vez acompañados de una blanca sonrisa.

Aceleró el paso con signos de evidente preocupación. Mientras andaba pasó cerca de una pequeña iglesia que tenía un poco cuidado jardín con algunas lápidas. En el estado de tensión en el que estaba, donde muchas cosas se pasaban por su cabeza, se preguntó como sería estar allí, enterrada a merced de la tierra y los gusanos. Espantó aquel pensamiento como si se tratara de un mal sueño.

¡Pero otra vez estaban allí! Esta vez al lado de un árbol de aquel jardín. Parecía que se teleportaban, como si formaran parte de la oscuridad nocturna.

Ahora ya no andaba. Corría desesperada y, aunque no era muy veloz, parecía que el miedo le daba fuerzas suplementarias. Tenía los ojos muy abiertos para no apartarse del camino que conducía a su casa a través de aquel laberíntico entramado de calles, pero la suerte se puso en su contra.

Estaba tan nerviosa que se equivocó y fue a parar a un callejón que no tenía salida.

—Creo que este no es el camino a tu casa florecilla —oyó a sus espaldas y se le cayó el alma a los pies. Intentando mantener la serenidad se volvió lentamente aparentando tener una tranquilidad que no tenía.

—Bernard... ¿qué haces aquí?

—Un caballero siempre acompaña a su dama a casa por supuesto. Pero ¿por qué tienes tanta prisa? Al final acabarás perdiendo tu zapato de cristal y tendré que buscarte mañana como el príncipe a la cenicienta —soltó una carcajada—. ¿No decías que estabas tan cansada?

—Es... es que yo...

—Vamos ¿te ha comido la lengua el gato?

—Mañana he quedado temprano con mi novio y...

—No me mientas —su voz había cambiado, ahora era seca y desagradable—. No se te ocurra mentirme nunca. Quédate quieta ahí.

Se acercó a ella con el semblante sombrío y ella empezó a retroceder como un cordero que ve acercarse al lobo.

—¡Te he dicho que te quedes quieta! —gritó él con unas voz cargada de amenaza.

—Me estás asustando, ya basta. Has estado siguiéndome desde que salí del bar... ¿por qué?

—Oh vamos, ¿en serio eres tan ingenua? —dijo mientras se relamía los labios.

—No me toques, no quiero nada contigo, sólo de pensar en que me beses...

—No quiero besarte, al menos no como tú te crees. No, yo quiero tu sangre querida, la sangre es lo más preciado que hay para mí. Seguro que la tuya será deliciosa —le mostró unos colmillos afilados como cuchillos —. Últimamente mis víctimas han sido platos decepcionantes, ¡pero una preciosidad como tú será un manjar de dioses!

—¡Estás loco, estás enfermo! Necesitas un psiquiatra —gritó Elise con angustiosa desesperación.

Bernard actuó como si no la hubiera oído y continuo avanzando hacia ella abriendo sus recios brazos con gesto amoroso.

—¡Vete, por favor! ¡No me hagas daño! —Elise rompió a llorar y sus llantos se perdieron en la inmensidad de la noche.

—Oh, no voy a hacerte mucho daño pequeña florecilla. Sólo será un momento. Y si eres buena chica y te entregas a mí por propia voluntad igual considero convertirte en mi amante para que me acompañes en el viaje eterno por las tinieblas.

Elise siguió dando pasos hacia atrás y notó como su espalda daba con una pared. Estaba atrapada. El vampiro ya se cernía sobre ella como un águila que está a punto de cazar su presa. Con calma fue acercando sus colmillos hacia el cuello de una Elise que se encontraba al borde del desmayo.


******************


Pero sus dientes no hallaron otra cosa que la dura pared de cemento. Elise ya no estaba allí. Todo cuanto quedaba de ella era el perfume de su piel y los ecos de sus llantos que todavía podían oírse en el ambiente. El hombre se quedó mirando por un momento el muro que tenía delante e, inmediatamente, comenzó a girar la cabeza buscando a la hermosa joven que se había esfumado por arte de magia. No paraba de pestañear como si acabara de despertar de un sueño.

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