Los porteadores se detuvieron en el claro e intercambiaron unas palabras sin perder de vista a los extranjeros que les habían contratado para aquel misterioso viaje. A pesar del rodeo a través de las riberas boscosas y pestilentes del río, los nativos sospechaban que aquellos forasteros pretendían internarse en las selvas negras que se apreciaban al otro lado de las cataratas. Aquello no les gustaba para nada y comenzaban a discutir en susurros entrecortados que nunca pondrían pie en aquellas tierras malditas.
En esta ocasión os traemos un 2x1, como en las antiguas promociones de fin de semana que solían ofertar en los añorados videoclubs de los años 80 y 90. Así, emulando aquellas entrañables noches de videopulp, la propuesta de hoy consistirá en analizar dos películas de décadas distintas que, aunque hoy prácticamente están bastante olvidadas, son auténticas joyas clásicas pues son las antecesoras de otras franquicias mucho más famosas: Terminator y Alien. Hoy hablaremos pues de Saturno 3 y Terror en el Espacio.
Hoy toca reseñar uno de los grandes clásicos de la ciencia ficción, un film que contiene toda la esencia pulp de las películas del espacio de antaño. Con varios hitos en su haber, como lo avanzado de sus efectos especiales, su originalidad argumental, o la introducción en el mundo fantástico del icono cultural del robot Robbie, estamos sin duda alguna ante una de las grandes producciones de los años 50 que impulsaron a un nuevo rumbo a la ciencia ficción (junto a otro gran clásico como fue La Guerra de los Mundos, de 1953). Si bien es cierto que existe una novela de Planeta Prohibido, escrita por Philip MacDonald con el seudónimo W. J. Stuart, ésta es posterior al estreno de la película, un caso curioso y bastante excepcional dado que la situación más usual en la época era la contraria: producir un film basado en una novela pulp preexistente.
Arrancamos un nuevo año editorial y con él, una nueva cabecera: «Relatos Pulp Magazine». Lo cierto es que hasta la fecha nuestra línea editorial no contaba con una revista propiamente dicha; una revista pulp, lo cual es un tanto contradictorio pues este tipo de literatura nació y se propagó, hasta el infinito y más allá, precisamente a través de dicho formato.
Aquí estamos, otra vez, dando la chapa con nuestro mensaje navideño. Ni que decir tiene que no nos ha tocado «El Gordo», de lo contrario ya estaríamos haciendo las maletas rumbo a alguna hermosa isla caribeña. Pero no, aquí estamos, congelados hasta los tuétanos y disfrutando de algún que otro dulce típico de estas fechas. Turrones, mazapanes, polvorones…, lo de siempre. Dejando todo esto a un lado, toca hacer balance de situación y, como no podía ser de otra forma, alimentar la ilusión con nuevos y maravillosos proyectos. Luego, ya veremos si se realizan o no.
Aquí tenemos el primer volumen de lo que esperamos sea el comienzo de una nueva aventura, y esto es recuperar clásicos abandonados de la Era Dorada Pulp. Los relatos que hemos escogido para la ocasión son viejos conocidos para nuestros seguidores, pues ya han sido publicados en Amanecer Pulp, formato ebook. También los tenéis en versión online, en nuestra sección Relatos Clásicos. Son un total de seis relatos, todos ellos hasta la fecha de su publicación inéditos en castellano (a pesar de que sus autores son de renombre), o al menos que yo sepa, y que han sido traducidos por Irene García Cabello e Irene A. Míguez Valero. Ahora, os los presentamos en formato impreso.
Una vez más traemos a nuestros queridos lectores una obra clásica pero que indudablemente ha tenido una gran influencia posterior sobre muestra amadaLiteratura Pulp. Las Manos de Orlac es una novela publicada por entregas en 1920, cuyo autor fue Maurice Renard, y que contiene una mezcla de géneros como son el policiaco, el terror, los «Mad Doctors» y ciertos trazos de romanticismo. Muchos críticos consideran esta obra como el inicio de un subgénero en sí mismo, al que podría denominarse como «Body Parts» o partes del cuerpo. Así que preparaos y apagad las luces mientras saboreáis este artículo y sujetáis vuestro lector con las manos...; si es que estáis seguros de que son vuestras propias manos.