Western Pulp Fiction. Relatos de vaqueros; historias del oeste
Pocas revistas pulp cuajaron en la población americana con el mismo acierto que las de historias de vaqueros, como vulgarmente se denomina a la western pulp fiction, y la explicación era muy sencilla. Las primeras oleadas de lectores que asaltaban los quioscos en busca de su ración diaria de pulp, era gente humilde que por primera vez accedía a un tipo de entretenimiento antaño vetado a las clases pudientes, y todas esas historias vomitadas por la imprenta de turno, como si de churros se tratasen, caían muchas veces en manos de personas que a duras penas podían leer, y el éxito de estas historias radicaba en su sencillez, en su cercanía. Intenta describirle a un hombre de campo, a principios del siglo XX, de buenas a primeras, una abducción alienígena. Obviamente no entenderá ni jota, y el pulp acabará en el cubo de la basura. En cambio, si le cuentas una historia sobre un Llanero Solitario que lucha contra el cacique del pueblo, o le hablas de cuatreros, o de salteadores de caminos, de ladrones de bancos, o de diligencias abriéndose camino entre una nueve de flechas, tendrás al paisano haciendo cola por el siguiente número, y eso es algo que sabía muy bien Street & Smith, el Publisher por excelencia de las revistas pulp; y el titular de la que es, probablemente, la más popular de todas las del oeste: Western Story Magazine.
Probablemente cuando hablamos de pulps del oeste y héroes a caballo, los dos personajes más populares que de inmediato asoman por la ventanita del recuerdo sean: El Zorro, creado en 1919 por el periodista Johnston McCulley; y El Llanero Solitario, creado en el año 1933 por el productor de radio George W. Trendle (también responsable de otro héroe de renombre: El Avispón Verde), en colaboración con el escritor Fran Striker. Ambos personajes gozaron de una popularidad asombrosa, rivalizando el uno con el otro por atraer la atención del público, y ambos guardan fuertes similitudes. Los dos eran jinetes enmascarados, los dos tenían ayudantes, y los dos ponían sus armas para luchar contra las injusticias. Sin embargo, el primero en saltar a escena fue El Zorro, concretamente en el año 1919, con La Maldición de Capistrano, en la pulp magazine de relatos All Story Weekly. Un personaje muy influenciado por la herencia cultural española en Los Angeles, y que impregna todo el personaje. El Llanero Solitario, en cambio es posterior, y en un primer momento nace como un show para la radio en el año 1933. Habría que esperar hasta el año 1936 para encontrar la primera novela pulp del personaje, la primera de muchas: The Lone Ranger (1936). Curiosamente esta primera aventura en formato novela fue escrita por Gaylord Dubois, siendo todas las demás obra de Fran Striker, recordemos uno de los autores originales del personaje, y responsable de otros dieciocho títulos entre los años 1938 y 1956. Novelas que en el año 1948 se revisaron en formato cómic, añadiéndose nuevos títulos, todo a cargo de la editorial Western Publishing (Dell Comics). Dos personajes míticos que jamás se enfrentaron, a pesar de las veces que el público reclamaba un duelo tipo crossover ficcional entre la espada ropera de uno, y los colt plateados del 45 peacemaker del otro; duelo que nunca se produjo.
Sin embargo, a lo largo de los años de la Era Dorada Pulp, las aventuras de El Zorro y El Llanero Solitario no eran más que anecdóticas comparadas con la gran variedad de relatos e historias del oeste que atiborraban los kioscos; vamos, que ni una cantina en hora punta llena de señoritas bailando el can-can. De estos años las revistas pulp más populares de relatos de vaqueros eran: Texas Rangers; The Lone Ranger; Blue Ribbon Western; Best Western; Dime Western Magazine; Thrilling Western; Ranch Romances; Star Western; West; y Cowboy Stories, entre otras muchas; y cuando decimos muchas, creedme… ¡eran muchas! (se habla de unas 180 revistas diferentes entre 1920 y 1950). La cuestión es que muchas de esas revistas más o menos desaparecidas tan solo llegaban a la tirada mínima de un par de números; y esto es así porque en la frenética era de los pulps, lo único que importaba era hacer caja, y aquí tanto editores, como autores, se encontraban ante una nueva situación desconocida, por lo que la improvisación en las publicaciones era la norma a seguir. Se probaba una revista, y si no funcionaba, a otra cosa.
Muchas de estas revistas utilizaban las historias de vaqueros como excusa para explorar otros géneros, bien fuesen de amor: Ranch Romances; bien de misterio o ficción: Thrilling Western. Y si hubo algún pulp que supo conjugar como pocos la mezcla de géneros: indios comanches, fantasmas de sábana blanca, o zombies comedores de cerebros, ése fue el pulp anónimo escrito en España Arizona Jim, con todo tipo de crossover ficcionales que uno se pueda imaginar. El caso de la revista pulp Ranch Romances, del editor Harold Hersey, es todo un ejemplo de cómo enfocar un buen negocio de la mejor forma posible. Por un lado ya existían las típicas revistas pulp para chicas (love story pulps), y por el otro, había la necesidad de venderles otro tipo de pulps, y así ampliar la cuota de mercado. Harold Hersey supo fabricar esta clase de pulps híbridos, y el éxito le sobrevino de inmediato.
Western Story Magazine es la decana de las revistas pulp del oeste. Nació el 12 de julio de 1919, como el primer pulp del oeste de la toda poderosa Street & Smith, publicándose entre los años 1919 y 1949. El primer número llegó el cinco de septiembre a los quioscos a un precio de $.10, bajo un alud de publicidad en la que se prometía todo tipo de entretenimiento. Así rezaba el lema "Big Clean Stories of Outdoor Life" (sobreimpreso en la portada de cada número). A lo largo de su existencia tres fueron los editores destacados: Frank Blackwell (1919-34), Dorothy Hubbard (1934-7), y John Burr (1937-49).
Henry Ralston, gestor de Street & Smith sostuvo ciertos recelos en cuanto a la nueva publicación Western Story Magazine, la cual estaba llamada a ser la sustituta de las exitosas aventuras de Buffalo Bill Stories, un pulp de 1912 que se vendía solo, pero que tras la muerte del verdadero Buffalo Bill (Cody), en 1917, estaba de capa caída. Ralston anhelaba repetir el éxito que había cosechado con otro de los pulps de la casa, Detective Story Magazine (1916), y de ahí la analogía de los títulos.
Fueron Ralston, y el editor Frank Blackwell quienes sentaron las bases de la publicación, a la que se irían sumando multitud de escritores, unos como fijos, y otros como colaboradores puntuales. Fueron cientos los escritores pulp que dejaron su huella en forma de relatos, y entre estos destacan nombres como Charles Alden Seltzer, H. Bedford-Jones, Stewart Edward White, W. Ryerson Johnson, William MacLeod Raine, Walt Coburn, William Colt MacDonald y W. C. Tuttle. Y en cuanto a las ilustraciones, portadas, muchas de ellas estaban firmadas por uno de los artistas pulp más reconocidos del momento: Walter M. Baumhofer. No es de extrañar que en el año 1922 la publicación ya contase con casi dos millones de lectores en los Estados Unidos, y los beneficios de la editorial eran de unos 400,000 dólares por cada número. No obstante, estas carrera exitosa se vio frenada a finales de los años veinte, principios de los treinta, y el motivo fue la dura competición a la que se vio sometida por parte de otras revistas mucho más violentas y que comenzaba a arrebatarle cuota de mercado de forma irremediable. A pesar de bajar el precio, de $.15 a $.10, la revista Western Story Magazine (demasiado modélica para los tiempos que corrían) había ya iniciado el camino al ocaso. En el año 1949, tras 1,263 números, la revista echó el cierre.