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Robert E. Howard: Relatos detectivescos. Por Dierk Guenther

Gumshoes, Gats and Gals: Robert E. Howard’s Detective and Crime Stories. Un artículo de Dierk Guenther

Buceando por la red me he encontrado un artículo más que interesante acerca de Robert E. Howard y sus relatos de ficción detectivesca. Se trata de un artículo original firmado por Dierk Guenther para la web rehtwogunraconteur.com bajo el título: «Gumshoes, Gats and Gals: Robert E. Howard’s Detective and Crime Stories». Pues bien, en las líneas que siguen os ofrecemos la traducción del mismo en primicia; una traducción original, personal y autorizada, y que esperamos sea de vuestro agrado (perdonadme los fallos, no soy un experto traductor y hago lo que puedo). Un artículo que nos explica las dificultades personales de Robert E. Howard para escribir relatos detectivescos («crime stories»), así como su desafección por ellos, llegando a ser sumamente crítico consigo mismo.

Robert E. Howard, apodado «Bob Dos Pistolas», probablemente sea el escritor pulp más característico y el que mejor podría definir la esencia de la: Literatura Pulp. A pesar de que la muerte se lo llevó a una edad temprana, suicidio mediante, nos dejó una vasta obra que nos muestra la habilidad del autor en todo tipo de géneros, más allá de sus logros por el que siempre será recordado, como Conan el Cimerio. Pues bien, el artículo que os presentamos en esta ocasión pone sobre el tapete una cuestión de lo más curiosa ¿Por qué Howard escribió relatos detectivescos si no era lo suyo, e incluso los detestaba, tal y como llegó a confesar? ¿Son realmente tan malos como para renegar de ellos? Nuestro colaborador, Dierk Guenther, profesor asociado de la Universidad de Tokushima (Japón), profundiza en este tema, presentándonos sus conclusiones en un artículo que lleva por título un juego de palabras típico de las historias de crimen y detectives. Este tipo de relatos se caracteriza por un lenguaje, un argot propio que se conoce como «Hardboiled Slang», y que no siempre resulta fácil de traducir. Bien pues la traducción podría ser algo así: Detectives (Gumshoes), chicas (gals), y metralletas (gats); para que nos entendamos.

Gumshoes, Gats and Gals: Robert E. Howard’s Detective and Crime Stories. Por Dierk Guenther

Entre diciembre de 1933 y junio de 1936, se publicaron algunas de las historias más inusuales y extravagantes de Robert E. Howard en revistas pulp de relatos policíacos («crime stories / crime fiction»). Revistas especializadas bien conocidas dentro del género, como son Strange Detective Stories, Super Detective Stories y Thrilling Mystery. Dichos relatos, que desde luego no están entre los más conocidos del autor, son: “Talons in the Dark” (1933), “The Tomb’s Secret” (1934), ‘‘People of the Serpent” (1934), “Names in the Black Book” (1934), “Graveyard Rats” (1936) y “Black Wind Blowing” (1936).

Estos relatos, que iban dirigidos a un mercado específico y con bastante demanda, ocupan sin lugar a dudas un lugar especial en la obra de Howard, más si cabe si tenemos en cuenta la opinión personal que el mismo autor tenía sobre la temática en cuestión, a la que no era demasiado proclive. En mayo de 1936, en una de sus cartas a su compañero y amigo H. P. Lovecraft, escribió lo que sigue:

«Abandono definitivamente el género detectivesco, donde no solo jamás he logrado éxito alguno, sino que, incluso, por el tipo de historia que representa, lo odio activamente. Si a duras penas soy capaz de leer algo sobre esto, difícilmente podría escribir sobre ello. (Means to Freedom Vol. 2, 953)»

Tales afirmaciones ponen de manifiesto una serie de cuestiones más que interesantes: ¿Por qué Howard escribiría sobre un género que él odiaba, según llegó a confesar, y para el cual ni siquiera se sentía preparado? ¿Podríamos considerar los relatos de crimen y ficción detectivesca de Howard como tales, según la propia definición de los mismos? De no ser así, ¿Cuáles serían las diferencias? Y, por último ¿son estos relatos tan malos como Howard supone?

Para Howard, quien deseaba ganarse la vida como escritor, la decisión de probar suerte en otros géneros ajenos a sus intereses era una cuestión, sobre todo, de necesidad; es decir, ganar dinero. El mercado de los pulps era demasiado volátil en un entorno fuertemente condicionado por la era de La Gran Depresión, y esta industria no estaba especialmente bien pagada. Alrededor de medio penique por palabra, hasta los cinco centavos por palabra; siendo la parte baja de la escala lo más habitual. Por tanto, la clave para ganarse la vida y hacer dinero era la «cantidad». Cuanto más escribías más ganabas.

Sin duda alguna él era lo suficientemente versátil y tenía la habilidad necesaria como para alcanzar el éxito escribiendo lo que fuese al margen de la fantasía y el horror. Basta un vistazo a su obra, la cual abarca todo tipo de géneros, tales como relatos históricos acerca de los cruzados, historias del oeste, tanto de tipo weird como de humor, boxeo, e incluso de corte picante, relatos que llegaron publicarse en revistas «Spicy», para darnos cuenta que Howard era capaz de desenvolverse a la perfección en todo tipo de escenarios.

Cuando Howard comenzó a escribir relatos de crimen y detectives se encontró con una dificultad añadida, y es que el mercado se hallaba claramente dominado por grandes nombres como Dashiell Hammett y Carroll John Daly. Los relatos de crimen se vendían muy bien, y las revistas especializadas ya contaban con un buen surtido de autores que conocían a la perfección los gustos y necesidades de los lectores. Los recién llegados lo tenían crudo para despuntar, y Howard era uno de ellos.

Para destacar entre los demás Howard tenía una estrategia, y ésta consistía en explotar lo que mejor sabía hacer: mezclar diferentes géneros en uno solo. Teniendo en cuenta que la fantasía y el horror eran sus especialidades, no dudó en servirse de ello, sin embargo pronto se encontró con un nuevo escollo. Su mezcla, si bien a priori era realmente interesante, su consecución le llevaría a una suerte de «detective de lo sobrenatural», y éste era un terreno que ya tenía dueño. Por aquel entonces Seabury Quinn y su detective Jules de Grandin hacían las delicias de los lectores.

Existe una posibilidad considerable de que Otis Adelbert Kline, el agente literario de Howard, fuese el responsable directo de que el autor abordase los relatos de crimen y detectives. En una carta a Lovecraft fechada en septiembre de 1933, Howard menciona que: «Kline me ha sido de gran ayuda para aprender las técnicas de escritura de los relatos de detectives» (A Means to Freedom Vol. 2, 634). Aunque esto no es una prueba concluyente, sí pone de manifiesto que Kline tuvo algo que ver.

Otra posibilidad por la cual Howard decidiese aventurarse en el género detectivesco podría haber sido su devoción por los relatos de Fu Manchu, obra de Sax Rohmer. Según el inventario de la biblioteca personal de Howard, tuvo ocho libros de Sax Rohmer. Además, Howard también escribió parodias de Fu Manchu (“Few Menchu” o “Fooey Mancucu”) (Collected Letters 1, 53-55, 139 – 142, 113 – 119), las cuales él envió a su amigo Tevis Clyde Smith (March 1925/October 1927/February 1929). Esto claramente nos indica que Howard tenía un amplio conocimiento de las historias que trataban sobre villanos de origen chinés. La influencia de las historias de Fu Manchu en Howard fue tan notable que algunos de sus relatos detectivescos caracterizan a un súper villano llamado Erlik Khan, el cual obviamente estaba basado en el personaje de Sax Rohmer, Fu Manchu.

En el diccionario «Dictionary of Literary Terms and Literary Theory», el término «crime fiction» se define como “the commission and detection of crime, with the motives, actions, arraignment, judgment, and punishment of a criminal is one of the greatest paradigms of narrative. Textualized theft, assault, rape and murder begin with the earliest epics, and are central to Classical and much subsequent tragedy.” (192) (Nota del traductor: definición sin traducir, porque no he sido capaz de entender muy bien la última frase)

Aunque en general se supone que la publicación de Edgar Allan Poe «Murder in the Rue Morgue» (1841) supuso el origen del género detectivesco (crime fiction / ficción criminal), en realidad éste no fue así. Según la definición anterior, la primera historia «crime fiction», o al menos la que debería llevarse los méritos como tal, es una novela titulada Caleb Williams (Las cosas como son; o Las aventuras de Caleb Williams, 1794), escrita a finales del siglo XVIII por el autor británico William Godwin. Este nuevo género culmina en su primera fase con la publicación en 1887 de las historias de Sherlock Holmes, obra de Sir Arthur Conan Doyle. Este hecho, además, pone de manifiesto que el relato corto será la forma predominante dentro del género; formato éste que solía utilizar Howard.

El diccionario «Dictionary of Literary Terms and Literary Theory» sitúa el término de esta era detectivesca primeriza «First Golden Age of Detection» en el año 1914. Un Segundo periodo «A Second Golden Age of crime fiction» comienza a finales de los años 20, cuando escritores tales como Agatha Christie practican el género con notable éxito, además de extenderlo a formatos superiores como la novela. Según Ron Gourlart, la «crime fiction» se convirtió en uno de los géneros más populares gracias a la industria pulp, y fue a principios de los años veinte cuando nació el concepto de detective privado, floreciendo años más tarde, justo en el periodo de entreguerras gracias a escritores como Dashiell Hammett y Raymond Chandler, entre los más destacados (Cheap Thrills, 89). Sin embargo, si bien el género tuvo una amplísima aceptación entre el público, existe un cierto contraste entre las novelas de crimen que pertenecen a la corriente británica, frente el estilo «hard-boiled» eminentemente americano. La ficción detectivesca de Agatha Christie es descrita así:

«Las novelas clásicas de género circunscriben la trama a entornos aislados, tal como una casa de campo, donde discurren los hechos de forma sistemática; primero con la aparición de un cadáver, una serie de pistas falsas, la presentación de los posibles sospechosos, y el desenlace, con el detective al cargo que da respuesta a todas las incógnitas. Es lo que se conoce como “whodunit” (¿quién lo hizo?)» (Dictionary 194).

Este tipo de novelas británicas, con sus detectives amateurs, fueron muy criticadas, pues omitían todos los procesos de investigación policial, convirtiéndolas en surrealistas y artificiales.

Por el contrario, y de forma reactiva, surgió un estilo «noir» inconfundible en Estados Unidos, donde las historias de crimen eran muchísimo más violentas, oscuras, y solían desarrollarse en escenarios urbanos, sucios y mugrientos. Además, la figura del policía o detective era mucho más profesional, pero también de moral confusa, hasta el punto en el que policías y criminales quedaban al margen de la ley.

La habilidad de Howard para escribir historias detectivescas podemos observarla, quizás, donde menos lo hubiésemos imaginado. Sus primeras historias de Conan el Cimerio contienen muchos de los elementos típicos de un relato de crimen y misterio, incluso algunos de los tópicos que caracterizan el estilo hard-boiled se hallan también presentes. Relatos como «The God in the Bowl» y «The Tower of the Elephant» pueden servirnos de ejemplo.

«The God in the Bowl», cronológicamente la tercera historia de la serie Conan, tiene todos los ingredientes de un relato detectivesco estilo «whodunit»: Un misterioso asesinato en un entorno aislado, varios sospechosos, un prototipo de policía a lo «Hyborian Age», y una moral ambigua de los protagonistas. «The Tower of the Elephant» comienza con la historia de dos ladrones quienes intentan robar una misteriosa torre que ningún otro ladrón jamás había logrado antes.

Es difícil imaginar que Robert E. Howard, cuyos relatos se caracterizan por un ritmo vertiginoso de la acción, podría haber escrito historias de ficción criminal al más puro estilo británico, presentándonos personajes y descripciones más pausadas, refinadas, con detectives que alcanzan la resolución de sus casos gracias a la observación sistemática y a la suma de pruebas, pacientemente. Cuando se trata de escribir sobre crímenes, el estilo americano hard-boiled, con su violencia, acción, y personajes sin principios morales, podría parecernos un estilo mucho más acorde con el de Howard.

Un vistazo a los relatos detectivescos escritos por Howard, evidencian que el autor primaba la acción y las emociones intensas, sobre los detalles y las descripciones que caracterizan al método policial de investigación; unas estrategias que, por el contrario, si podemos encontrar en obras como la serie «Continental Op» de Dashiell Hammett.

En «Talons in the Dark» (titulado “Black Talons” en su primera aparición en los pulps); un culto africano busca venganza por haber sido despojado de su oro. Aquí tenemos un esquema concienzudo del estilo «whodunit». Sin embargo, la trama no avanza mediante la búsqueda de pruebas o la eliminación de sospechosos, sino que lo hace a través de hechos, tales como secuestros o asesinatos. Además, otra de las características que nos encontramos es una atmósfera intensa, junto con una pormenorizada descripción gráfica de las muertes y las amenazas de tortura. Por detalles como estos el relato podría catalogarse como de horror.

«People of the Serpent» (titulada “Fangs of Gold” en su primera publicación) nos presenta a un detective llamado Steve Harrison, quien persigue a un criminal chinés oculto en los pantanos. Este tipo de escenarios, a diferencia de los urbanos, no suelen ser usuales. Además, la persecución culmina en un enfrentamiento con un líder de una secta ocultista de Vudú. Una vez más, el relato deja a un lado los procesos de investigación, dejándolos como excusa para dar pie a la acción pura y dura.

En «Teeth of Doom» (publicada como “The Tomb’s Secret” en su primera aparición) y «Names in the Black Book» Howard desarrolla un enfoque diferente al destacar las más que posibles influencias de las historias de Fu Manchu (Sax Rohmer). De hecho, esta vez los villanos no son cultos africanos, y sí una sociedad secreta mongola conocida como «Sons of Erlik». Otro de los relatos «Teeth of Doom», destaca por lo bien construidos que están todos sus elementos, ofreciéndonos una atmósfera tensa y un buen desarrollo de la acción, que tiene lugar en una casa solitaria a las afuera de la ciudad. Aquí el detective no está investigando el caso, pero sí apunta ciertas evidencias, siendo un tercer sujeto quien en realidad manipula al protagonista de la historia. A la vista de las revelaciones finales en «Teeth of Doom», podría decirse que este relato es más un thriller de agentes secretos que una historia típicamente detectivesca.

«Names in the Black Book» fue la secuela de «Lord of the Dead», una historia de Steve Harrison, que, sin embargo, se publicó con anterioridad. «Lord of the Dead» no se publicaría hasta el año 1981. Esta historia presenta de forma clara las influencias de Fu Manchu en el personaje del villano Erlik Khan, el cual, supuestamente, había sido derrotado en «Lord of the Dead». A pesar de que esta historia mantiene los tópicos de un detective privado y los escenarios urbanos, en este caso un barrio chino «River Street», difícilmente podríamos considerarla como un relato detectivesco. Sería en todo caso más apropiado definirlo como una historia de acción en la cual los supervivientes de «Lord of the dead» tratan de evitar la venganza de Erlik Khan. Lo que hace que esta historia sea interesante es la escena de acción donde los personajes se atrincheran en un edificio que es sitiado por los esbirros sin rostro de Erlik Khan. Este es un escenario que, en cierto modo, se anticipa a la exitosa película de John Carpenter «Asalto al distrito 13», de 1976, donde un grupo de personas se hacen fuertes en una comisaria, tratando de impedir que los malos la tomen y acaben con todos.

«Graveyard Rats» y «Black Wind Blowing» son dos relatos que fueron publicados en la revista pulp Thrilling Mystery Magazine en el año 1936. Uno presentaba a un loco, y el otro a un culto satánico que realizaba sacrificios humanos. En ambos casos la trama apunta más hacia el horror que hacia la ficción criminal, y por ello puede que no tengan demasiado interés, a no ser la forma en cómo se contextualizan en torno al Texas rural de principios del siglo XX. En más de una ocasión Howard había escrito diversos relatos del oeste de tipo extraño «weird western stories», en los cuales reflejaba el contexto nativo de Texas que tan bien conocía y que tanto le gustaba, tal y como manifestó en sus cartas a H. P. Lovecraft y August Derleth, confesándoles que consideraba abandonar el género de la fantasía en beneficio de los westerns. De esta forma, «Graveyard Rats» and «Black Wind Blowing» podrían ser considerados como una especie de experimentos en los que Howard estudiaría cómo utilizar su región nativa para dar forma a sus relatos de crimen.

Cuando comparamos las publicaciones de Howard y otras historias de crimen no convencionales con aquellas que fueron rechazadas (“The Silver Heel,” “Black Moon,” “The Voice of Death” y “House of Suspicion”), observamos un hecho interesante: todos los rechazos encajaban con la definición de ficción criminal que hemos comentado más arriba. Dichos relatos siguen la estructura y formulaciones del género, comenzando por la presentación del caso (un crimen o un misterio), seguido por los posibles sospechosos y, finalmente, la resolución del mismo, junto con la correspondiente explicación. El problema con estas historias es que la solución es demasiado artificial para ser creíble; por ejemplo: un tocadiscos oculto que lleva a una persona a la locura en «The Voice of Death». Además, la falta de acción de estos relatos no ayudaba a que sus constructos fuesen tan interesantes como debieran. Esto nos lleva a otra cuestión esencial en las historias de crimen de Howard: Los detectives privados y cómo ellos actuaban.

Los personajes principales de los relatos de Howard jamás eran pasivos, sino todo lo contrario: fuertes, poderosos y activos por naturaleza. Mientras otros personajes populares del género como Miss Marple o Hercules Poirot acostumbraban a reunir pruebas con suma paciencia, acorralando al sospechoso de tal forma que, incluso sin ser consciente de ello, confesase su crimen, los detectives de Howard utilizaban la fuerza bruta; es decir, se enfrentaban directamente con los villanos hasta llegar al jefe final, al que encaraba en un combate. Esto no significa que los detectives creados por Howard no fuesen capaces de resolver un misterio con el intelecto. Esta estrategia no se contemplaba en las historias que fueron rechazadas por las revistas Strange Detective Stories, Super Detective Stories y Thrilling Mystery Magazine.

Los detectives propios del estilo Hard-Boyled de Chandler o Hammett son hombres duros dados al tabaco y la bebida, que no dudan en usar la violencia y que tienen predisposición por las curvas de las mujeres. Las ciudades donde trabajan son su territorio, una jungla urbana que conocen a la perfección. Los detectives de Hammett en su serie «Continental Op» saben distinguir perfectamente los policías buenos de los malos, así como los bandidos peligrosos de los que pueden ser útiles como confidentes para resolver un caso. Existe una diferencia crucial respecto a los detectives de Howard:

Los detectives creados por Howard: Buckley, Steve Harrison y Brock Rollins (“Brock Rollins” nunca existió; se trata del nombre que los editores usaron en lugar de Steve Harrison cuando publicaron dos casos en el mismo número), aunque trabajaban en ciudades —la expresión de la civilización—, se hallan por el contrario lejos de ser considerados como productos de la civilización, sino más bien bárbaros con vestimentas del siglo XX. «Brock Rollins», el protagonista de «The Tomb’s Secret» es descrito como sigue:

«Brock Rollins bulked big in the dingy back-room appointed for the meeting. His massive shoulders and thick body dwarfed his height. His cold blue eyes contrasted with the thick black hair that crowned his low broad forehead, and his civilized garments could not conceal the almost savage muscularity of his hard frame.” (‘The Tomb’s Secret,” 355, Exotic Writings of Robert E. Howard)» (Brock Rollins se creció confiado en la sucia trastienda indicada para la reunión. Sus hombros enormes y su grueso cuerpo empequeñecían su estatura. Sus fríos ojos azules contrastaban con el grueso cabello negro que coronaba su frente amplia, y su vestimenta civilizada no podía ocultar la musculatura casi salvaje de su robusta figura). (Nota del traductor: seguramente la traducción de este pasaje podría mejorarse. En definitiva lo que viene a decir es que era una bestia parda a la que no convenía cabrear).

Dashiell Hammett, por otro lado, describe a su personaje más famoso, Sam Spade, de una forma muy diferente. A pesar de insinuar su fortaleza física, su aspecto no resulta tan intimidatorio como el que nos ofrece Howard con su detective.

«Samuel Spade tenía larga y huesuda la quijada inferior, y la barbilla era una V protuberante bajo la V más flexible de la boca. Las aletas de la nariz retrocedían en curva para formar una V más pequeña. Los ojos, horizontales, eran de un gris amarillento. El tema de la V lo recogía la abultada sobreceja que destacaba en media de un doble pliegue por encima de la nariz ganchuda, y el pelo, castaño claro, arrancaba de sienes altas y aplastadas para terminar en un pico sobre la frente. Spade tenía el simpático aspecto de un Satanás rubio. (…)

Spade se levantó, saludó inclinándose y señaló con la mano de gruesos dedos el sillón de roble junto a la mesa. Era alto, al menos de seis pies de estatura. El fuerte declive redondeado de los hombros hacía que su cuerpo pareciera casi cónico -no más ancho que gordo e impedía que la americana recién planchada le sentara bien. (El halcón maltés)»

El concepto de «bárbaro» aplicado a los detectives de Howard, queda patente en el relato «Lord of the Dead». Aquí, el detective Steve Harrison persigue a un sospecho hasta el submundo de un barrio chino, lugar en el que se despoja de su «civilización» propia del siglo XX, transformándose en un bárbaro salvaje. En el momento culminante de la escena, que bien podría haber sido escrita para un relato de Kull o Conan, Steve Harrison se enfrenta a los esbirros del malvado Erlik Khan, ensangrentado, con sus ropas hechas jirones y, con un muro a sus espaldas, este detective del siglo XX enloquece, haciendo frente a sus enemigos con un hacha de guerra. «Lord of the Dead» es superior a la mayoría de los relatos de detectives de Howard que se han publicado, con una trama apasionante, una atmosfera misteriosa y un escenario urbano, a modo de barrio chino «River Street», descrito al detalle.

La fortaleza física es una característica que Howard destaca en la descripción de sus tres detectives. Sin embargo, esta fortaleza apenas tiene relevancia en las pesquisas para resolver los crímenes. Como ya hemos señalado, las historias de detectives de Howard están repletas de acción, pero la mayoría de los combates suelen ser tiroteos y no confrontaciones físicas, ya sea a puñetazos o mediante armas improvisadas. La fortaleza de estos detectives se utiliza sobre todo para intimidar al sospechoso, motivar sus confesiones, y no tanto para el combate cuerpo a cuerpo.

Otro punto destacable acerca de Howard y sus relatos de crimen y detectives es que, cuando se llega al punto decisivo para la resolución del caso, estos detectives no suelen ser los responsables directos, sino simples transeúntes que pasaban por allí. En «The Tomb`s Secret» (o «Teeth of Doom»), el detective Brock Rollins se da cuenta que, en realidad, han sido los servicios secretos chinos quienes le han ayudado a frustrar los planes del malvado Mongol.

El detective Buckley en «Talons in the Dark», no solo admite equivocarse con el sospechoso, sino que incluso confiesa atrapar al verdadero culpable tan solo por el hecho de encontrarse cerca cuando éste se jacta de su crimen.

Y, en «People of the Serpent», no es Steve Harrison, tratando de evitar un alzamiento de nativos africanos en un pantano, sino una mujer, la cual Harrison había rescatado durante su primera misión, a la caza de un criminal chino. También cabe destacar que Harrison ni siquiera es capaz de llevarse vivo al preso de los pantanos, el cual, inexplicablemente, queda libre de sus ataduras y, como es lógico, trata de escapar. Es entonces cuando Harrison lo abate a tiros.

Una posible razón por la cual Howard creía que no era capaz de escribir buenas historias de crimen estilo hard-bolied, estaba en su entorno rural y sus circunstancias personales. Esto le dificultaba, o incluso le condicionaba, a la hora de acometer las descripciones de los escenarios urbanos. Quizás, fue por este motivo que tiempo más tarde tratase de contextualizar estas historias de crimen en un tipo de escenarios que él conocía muy bien, como era su Texas rural. Howard no era un «hillbilly» ni una persona que nunca hubiese visto una gran ciudad, sino que, desafortunadamente, sus experiencias en la gran ciudad no fueron lo suficientemente provechosas como para describirlas con acierto. Si bien viajó varias veces a San Antonio, el acervo cultural de la misma, netamente tejano, poco tenía que ver con las junglas urbanas como eran por ejemplo Los Ángeles, Hollywood, New York o San Francisco, ampliamente detalladas en los relatos de Raymond Chandler o Dashiell Hammett.

El único periodo de tiempo considerable que Howard pasó en una gran ciudad fue a comienzos del año 1919, cuando su familia tuvo que permanecer durante siete semanas en Nueva Orleans, donde el Dr. Howard (su padre) asistió a un curso de formación de sus prácticas de medicina (Finn, 49). Además de su primer encuentro con los pictos (referencia externa en inglés: his first encounter with the Picts), esta estancia en Nueva Orleans resultó memorable para Howard, a sus 13 años de edad. Durante este tiempo, tuvo lugar una serie de horribles asesinatos, realizados por un asesino al que la prensa local apodó en base al arma utilizada: «The Axman» (referencia externa en inglés) (Finn 49). Todos estos múltiples asesinatos, así como el método utilizado, causaron una profunda impresión en un joven Howard que, tiempo más tarde, retomaría, utilizando en varias ocasiones a asesinos con hacha para sus relatos de horror; es el caso, por ejemplo, del famoso relato «Pigeons From Hell».

Howard no vendió ningún relato de detectives en 1935, sin embargo, Kline sí vendió dos a la revista Thrilling Mystery  en 1936: («Graveyard Rats», escrito en 1935; y «Black Wind Blowing», escrito entre los meses de enero y abril de 1936). Esto le ayudó a compensar los perjuicios económicos que le ocasionó Weird Tales, al dejar de pagarle: «not being paid by his primary market» (artículo de referencia en inglés). Aunque a Howard en un principio no le preocupaba el retraso en los pagos, esto cambió drásticamente cuando la salud de su madre comenzó a empeorar. Los gastos médicos se dispararon y, en una carta desgarradora que escribió en mayo de 1935 (Collected Letters 3, 306), Howard literalmente suplicó al editor de Weid Tales, Farnsworth Wright, que le abonase al menos una parte de la cantidad de 800 dólares que le debía

Todo esto nos conduce a una cuestión final: ¿Son las historias de crimen y detectives que Howard escribió tan malas como el mismo critica?

Desde una perspectiva comercial, es difícil decir que las declaraciones del propio Howard acerca de su fracaso fuesen correctas: Si tenemos en cuenta las historias de detectives auténticas, tal y como estas se definen dentro del género, entonces nos encontramos con un balance de ventas de 6 sobre 9 relatos escritos, lo cual no es un mal resultado.

Por otro lado, si nos fijamos en una acepción más amplia de género detectivesco, dentro de lo que se denomina como «weird menace» (amenaza extraña), es decir, relatos de crimen y misterio en los que se incluyen elementos sobrenaturales o de fantasía, entonces podríamos enumerar un total de 21 relatos. Aquí, el resultado es muy distinto. De estos 21 relatos de Howard, únicamente 6 fueron publicados en vida. Teniendo en cuenta el esfuerzo y la dedicación que le habría supuesto escribirlos, un ratio de ventas tan bajo podría justificar un nivel tan duro de autocrítica.

Así pues, ¿qué podríamos decir acerca de la habilidad de Howard para escribir historias de crímen? Todos aquellos lectores que tuviesen la esperanza de encontrarse con relatos al más puro estilo hard-boyled de clásicos como las novelas de Dashiell Hammett y su personaje Sam Spade, o su serie «Continental Op», sin duda quedarían decepcionados. También podríamos decir lo mismo de aquellos otros lectores afines al estilo británico, con relatos de detectives protagonizados por personajes como Miss. Marple, Hercules Poirot o Sherlock Holmes.

En efecto, Howard ni reinvento el concepto, ni lo redefinió, ni añadió nada nuevo a los relatos detectivescos, pero sí que dejó su impronta, de forma inequívoca. Los relatos de Howard difieren considerablemente del estilo «whodunit», una fórmula muy popular dentro del género. Si bien en un relato detectivesco al uso, tanto el misterio como el crimen en sí mismo se convierten en el catalizador de la historia, y la resolución es el factor clave, en los relatos de Howard, por el contrario, estos se constituyen como el punto de partida para una serie de escenas de acción, siempre dentro de un contexto y una atmósfera tensa, más propias de una historia de horror.

Aunque los relatos detectivescos de Howard no se hallan al nivel artístico de algunas de sus grandes obras por las que se hizo famoso, esto no significa que sean de mala calidad. Debemos considerarlos como el intento de un joven escritor que trató de abrirse hueco en el mercado, experimentando con un género que no le era familiar. Los resultados son en su mayoría meritorios, relatos bien escritos, historias de crimen entretenidas, y con un toque inequívocamente personal del autor. Este «toque» es la razón exacta por la cual sus relatos detectivescos no lograron encajar dentro de los parámetros que definían el género. Y, para ser honestos, esto es precisamente lo que cabría esperar de nuestro escritor favorito de Cross Plains (Texas), cuyo trabajo tanto nos gusta.

Robert E. Howard | Crime Stories | Detectives Privados

Los relatos detectivescos, tanto en su versión británica (elegante y refinada "whodonit"), como en la americana «hard-boiled» (sucia, violenta y urbana), tuvieron una enorme aceptación en la Era Dorada Pulp. Entremedias, los detectives de corte sobrenatural, como Jules de Grandin, también hicieron de las suyas en la Literatura Pulp

Robert E. Howard | Crime Stories | Detectives Privados

Fuente: (http://www.rehtwogunraconteur.com): Gumshoes, Gats and Gals: Robert E. Howard’s Detective and Crime Stories| Referencias Bibliográficas: Consultar fuente original del artículo.

Autor: Dierk Guenther. Sobre el autor: Titulado por la Universidad Albert-Ludwigs (Freiburg/Alemania), vive y trabaja en Japón desde 1995, como profesor asociado en la Universidad de Tokushima (Institute for Liberal Arts and Sciences), impartiendo clases de inglés y literatura americana. Aficionado a la literatura pulp, ha realizado diversos estudios al respecto, así cómo publicaciones académicas en Japón y Estados Unidos acerca de la Pulp Fiction / Pop Culture y, especialmente, Robert E. Howard. Personaje sobre el que ha dado conferencias (PCA: Popular Culture Association), siendo además miembro destacado del comité Howard Days 2015, celebrado en Cross Plains Texas. Otros objetos de estudio sobre los que ha trabajado son la historia de los prisioneros alemanes en Japón durante la Primera Guerra Mundial.

Traductor: Emilio Iglesias, webmaster de relatospulp.com | Traducción original autorizada por el titular de los derechos.

Sobre el Autor

Emilio Iglesias

Emilio Iglesias

Escritor empedernido, capitán de ésta y otras aventuras, dirige como puede RelatosPulp.com

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