Pledged to the Dead (La promesa de los muertos), por Seabury Quinn, se publicó en la revista pulp Weird Tales en octubre de 1937. Seabury Grandin Quinn (también conocido como Jerome Burke; 1 de enero de 1889, Washington DC - 24 de diciembre de 1969), fue uno de los grandes escritores norteamericanos que destacaron en la Era Dorada Pulp. Autor de un gran número de relatos y asiduo de revistas como la mítica Weird Tales, es sobre todo conocido por su personaje estrella, el Dr. Jules de Grandin, al que le dedicó gran parte de su trabajo. El relato que os ofrecemos a continuación está basado en este personaje, un detective de lo oculto. Este tipo de investigadores o detectives de lo paranormal dieron lugar a todo un subgénero donde diversos autores probaron fortuna, dejando su rúbrica junto a nombres propios que han pasado a la historia, como son Carnacki, de William Hope Hodgson, o el citado Dr. Jules de Grandin, entre los más famosos. Seabury Quinn llegó a escribir sobre 90 relatos en la revista Weird Tales entre los años 1925 y 1951 en relación a las aventuras de su detective Dr. Jules de Grandin, doctor y ex agente del cuerpo de policía francés, quien, junto a su compañero y amigo, el Dr Trowbridge, se enfrenta en cada relato a diferentes misterios, provocados por fantasmas, hombres lobo, vampiros, o muertos vivientes. Una pareja de detectives de lo oculto muy similar a Sherlock Holmes y el Dr. Watson. El relato que os ofrecemos a continuación, Pledged to the Dead (La promesa de los muertos), con el Dr. Trowbridge como narrador, es una de sus aventuras inéditas en castellano, siendo publicada por primera vez en el ebook gratuito Amanecer Pulp 2014. Esta obra ha sido traducida por Irene García Cabello.
«Las guerras serviles y las rebeliones de nigromantes sumieron al continente septentrional en un caos sangriento que perduró por eones, subyugando a la raza humana en un espiral de degradación y salvajismo nunca antes visto. Reinos y ciudades libres cayeron ante aquella implacable marea de destrucción que borró todo rastro de civilización. Pero, en medio de la hecatombe, algunos sabios y sacerdotes buscaron refugio en las montañas, fortificándose tras muros horadados en la piedra viva que con los años se convirtieron en inexpugnables baluartes que protegían con recelo el legado de las civilizaciones perdidas. Fue en estas fortalezas inaccesibles donde nació la leyenda de los cosechadores de almas, guerreros juramentados a un Dios guerrero que se convirtieron en los adalides de la justicia en una tierra condenada por el horror». Crónicas del Templo Rojo.
«Año 1945. Eres el Doctor Raymond Martini, espeleólogo, biólogo marino y, sobre todo, un aventurero. Trabajas para el gobierno de tu país (EEUU), embarcado en el buque de investigación científica Black Swan, y te han encomendado una misión, donde nada es lo que parece. De repente, no sabes cómo ni por qué, pero te despiertas en medio de la noche, enterrado en una paradisíaca playa de una isla que desconoces. Estás enterrado de cuello para abajo, y unas extrañas criaturas amenazan tu existencia. Lo último que recuerdas es que tu equipo navegaba por algún punto indeterminado de la micronesia, rastreando una extraña señal que parecía provenir de una fosa oceánica. Tú estabas demasiado cansado, y te retiraste pronto a tu camarote, junto a tu compañera, la doctora Allen, también tu prometida. Sin embargo, ahora estás en peligro, y no solo eso; tú no lo sabes, pero toda la humanidad también lo está. ¿Serás capaz de salvar tu vida, la de tus compañeros, y la de todos nosotros?»
Greta era la muchacha más linda del barrio, sin duda alguna. Sus cautivadores ojos color esmeralda y su rostro angelical eran capaces de embelesar a cualquiera, y eso sin contar con su figura de estrecha cintura que junto a su baja estatura la hacían parecer una preciosa muñequita como la de los escaparates de las tiendas de los centros comerciales. Pretendientes de todas las clases sociales hacían cola detrás de ella peleándose como perros famélicos con tal de atraer sus atenciones, pero Greta reusaba cortésmente cualquier muestra de cortejo siempre con una de sus tiernas sonrisas.
Las barbas del pirata, fuesen rojas o negras, siempre estuvieron bien pobladas de aventuras y romanticismo. Piratas, corsarios, bucaneros o filibusteros, sus hazañas, rebeldía y bravura, dieron lugar a todo tipo de fabulaciones. Dueños y señores de los siete mares, su calavera de tibias cruzadas, y la quilla de sus buques, siempre presente, dio alas a la imaginación de grandes escritores pulp, desde «Kidd, el pirata», de Washington Irving, publicado en 1824 y del que se dice que, quizás, sea el primer relato de piratas de la literatura norteamericana, y preludio de los pulps, pasando por «El pirata (The pirate)», novela del escritor Walter Scott, también de principios del siglo XIX, así como otras de capital importancia, como son la obra de uno de los autores más influyentes sobre Lovecraft, como es William Hope Hodgson y su novela de terror «Los piratas fantasma (The Ghost Pirates)», publicada en 1909, junto con las célebres aventuras de Sandokan, por Emilio Salgari, a principios del siglo XX, hasta llegar a autores como el propio Robert E Howard, quien también probó suerte con el género, véase uno de sus personajes, Cormac Mac Art, un pirata irlandés al mando de una tripulación vikinga, para terminar con la que, sin duda alguna, es la novela de piratas más representativa de todas: La Isla del Tesoro, por Robert Louis Stevenson (1883). Sin embargo, ¿todas las publicaciones de piratas llegaron a buen puerto?
Saludos, amigos del Pulp, y bienvenidos otra vez a la sección más oriental de la web. Lamento mi ausencia desde hace algún tiempo, debido principalmente a la falta del mismo, aunque ganas no me han faltado. De nuevo, como corresponsal en China de Relatospulp.com, regreso con nuevos artículos sobre la historia del gigante asiático, pero en esta ocasión voy a hablar de algo sobre lo que me ha costado mucho indagar por estas tierras lejanas: El Pulp en China. Y de hecho, de lo que voy a hablar no es propiamente de literatura, sino de una mezcla entre literatura y cómic: El Lianhuanhua.
Hay gente que convierte su obsesión en un arte, y otros, justo lo contrario. No sé qué clase de persona era Peter Driben, ni sé de ninguna anécdota biográfica destacable que nos ayude a comprender la naturaleza del artista, pero lo que sí sé, es que en lo suyo, Peter Driben, junto con Alberto Vargas o Gil Elvgren, era uno de los mejores; o incluso el mejor, tal y como se afirma en muchas webs. Lo cierto es que, ante un arte tan visual y atractivo como el que este dibujante desarrolló, supongo que poco importan sus experiencias personales, aunque lo cierto es que a mí sí me producen curiosidad. Las chicas traviesas «naughty girls» de Peter Driben, o «pin-ups», como popularmente se conocen, causaron sensación en los años cuarenta y cincuenta, y no había ni una sola snappy, spicy, o girlie pulp magazine de prestigio, que no luciese orgullosa las obras del autor; portadas que eran habituales en revistas como Beauty Parade, Eyeful, Titter, Wink, Whisper o Flirt, entre otras.