Cómo escribir un libro o novela. A veces tener buenas ideas no es lo difícil, sino el hecho de llevarlas a la práctica
Existe gente de todo tipo, unos incapaces de tener una sola buena idea en toda su vida, pero que saben sacarle partido a las ajenas, y otros, en cambio, pensadores y soñadores, que nunca serán capaces de hacer otra cosa, más que precisamente eso, alimentar la esperanza con ilusiones fugaces, que rápidamente desparecen en el baúl de las promesas incumplidas. Y si algo has de tener claro es que, un grano no hace granero, y una idea, no hace una buena historia. Se necesita más, mucho más, y para convertir esa buena idea en una buena historia, habrá que articular una trama en condiciones; y los ingredientes de la misma son sin duda personajes que dejen huella, y momentos memorables con los que te emociones. Además, una vez sepas qué contar, también tendrás que afrontar el cómo lo vas a contar, es decir, cómo vas a trasladar todas esas emociones al lector. Si no logras concretar con éxitos todos estos elementos clave, tu idea, tu buena idea, fracasará estrepitosamente. Muchas veces he visto la misma pregunta ¿Cómo escribir un libro? ¿o una novela? Saber trabajar las ideas, es el primer paso.
En artículos anteriores, La ciencia ficción, y el noble arte de buscar ideas, y Dame un nombre y te daré una historia, hemos abordado el hecho de buscar ideas en sí mismo; un proceso que como todos sabemos no solo vive de la inspiración como genialidad innata, sino que dicha inspiración hay que trabajarla duramente, con entrenamiento diario, y solo así será creativa. De hecho, la creatividad es como un músculo de gimnasio, y si no se trabaja, se atrofia. El artículo de hoy, en cambio, si bien trata sobre lo mismo, lo hace desde una perspectiva diferente. Así, y tomando como punto de partida la reciente publicación de Charlie Jane Anders para la web io9.com: How to turn a high concept idea into an actual story; la reflexión que se nos propone no es tanto la búsqueda de ideas, o el desarrollo de la creatividad como herramienta de trabajo para todo escritor que se precie, sino el aprovechamiento de una genialidad puntual, un destello de luz y color que cruza tu cerebro en un momento determinado, y que en la mayoría de las ocasiones dejamos escapar. Y da igual si eres escritor, fontanero, o estudiante de primaria, pues el hecho de no saber “cazar” los regalos que te hace tu cerebro, tus genialidades, es algo que no entiende ni de clases, ni de oficios, sino de personas que sí saben hacerlo, y personas que no saben cómo hacerlo. Si tu eres una de estas últimas, malas noticias, este artículo no te dará soluciones mágicas, pero al menos tendrás consciencia de algo por lo que quizás nunca te habías interesado.
El artículo que proponemos a modo de reflexión, de la autora Charlie Jane Anders, es como cabría esperar, uno de estos artículo con titular impactante, y subtítulos llenos de interés, sin embargo, el cuerpo del mismo está lleno de tópicos y de detalles de sobra conocidos, que nunca está de más tener presente, pero sin fórmulas mágicas que nos resuelva el problema. Es más, únicamente se centra en aquellos tópicos que atañen a la resolución de ideas o planteamientos propios de las historias de ciencia ficción, y eso es todo. Obviamente el tema es demasiado complejo como para tratarlo en profundidad, y mucho menos por personas que no tienen los conocimientos necesarios. El cerebro humano, la creatividad, son conceptos demasiado complejos, tanto que apenas conocemos ni tan siquiera lo mínimo posible, y nadie sabría explicar a ciencia cierta por qué en determinados momentos, sin que venga a cuento, se enciende esa lucecita en nuestro interior, aportándonos la idea más maravillosa del universo (quizás no tanto, aunque en ese momento así lo parece), sin que luego sepamos qué hacer con ella.
La mayoría de las personas cuando tienen una buena idea al cabo de un rato ya la han desestimado por completo. Otras, como mucho, la exponen en su círculo de amistades, la comentan, se echan unas risas, y finalmente se olvidan de ella. También hay quien las apunta en una libreta, o en un archivo de Word, a la espera de saber qué hacer, sin saber que jamás hará nada, pues el problema suele otro bien distinto, más ligado a la propia forma de ser de la persona, que al hecho temporal de saber cómo trabajar la idea en ese preciso momento. Esto suele ser determinante en aspectos cruciales de la vida, como poner en marcha una empresa, o desarrollar un proyecto más ambicioso que escribir una novela de ciencia ficción. Pero eso ya es harina de otro costal, como suele decirse. Para el caso de una novela, es decir, cómo aprovechar esa brillante idea y germinar una poderosa y mágica semilla en todo un best seller, tenemos los consejos o tips de la autora en cuestión, y que seguidamente pasamos a comentar.
Los consejos que siguen son en realidad un esquema básico de trabajo que tiene por objeto vertebrar los diferentes elementos de desarrollo que componen una idea, entendiendo estos desde el punto de vista de crear una historia; una buena historia a la altura de la idea. Sin embargo, a la hora de la práctica no existen más reglas que las propias de cada autor. Una vez tienes la idea existen tantas formas de desarrollarla como autores. Puedes hacerlo de forma directa, es decir, a partir de esa idea crear la historia, o indirecta. Crear una historia a medida de la idea. Sin duda lo más difícil es echar a andar la narración, para lo que tendrás que escoger entre hacerlo a través de uno o varios personajes, o a través de una escena de situación, un hecho que describas como punto de partida. También ayuda y mucho haber negociado con uno mismo el fin último de esa idea; es decir, el fin de la historia, aunque solo sea a título orientativo. Lo importante es saber que una idea no es una historia, por muy potente que sea.
Encontrar buenas ideas es mucho más sencillo de lo que parece. Constantemente pasan delante de tus narices, no tienes más que saber cazarlas. La idea que plantea la autora para abrir el artículo empieza con un clásico, imagínate que vas en una nave espacial repleta de colonos, rumbo a un planeta desconocido, a los que se les ha suministrado una droga para aliviar las molestias del viaje, y a mitad de camino descubres que la droga está causando terribles e irreversibles mutaciones. Bien, esta idea ya la hemos visto en el cine, de hecho me recuerda mucho a Pandorum, pero la búsqueda de ideas puede llegar a ser mucho más sencilla. Imagínate que, un científico extraordinario, harto de tanta basura en los telediarios, inventa una máquina que, con solo pulsar un botón elimina a todos los hombres malos del planeta (hombres y mujeres, se entiende). ¿A qué es una buena idea? Pues bien, ¿cómo la convertimos en una buena historia? Obviamente, no pienso concretar mucho más este ejemplo, pues la idea es mía, y la historia ya la estoy escribiendo. ¿Entendéis por dónde van los tiros, no?
Ya tienes la trama, ¿y ahora qué? Siguiendo con el ejemplo de la nave espacial, suponiendo que hayas logrado articular la trama que dará vida a tu historia, no creas ni por un momento que ya está todo hecho. Grave error. Aquí tu aliado es el razonamiento hipotético deductivo, el de los investigadores, y tendrás que esforzarte en plantear todo tipo de hipótesis, deducir sus consecuencias, y vuelta a empezar. ¿La droga produce mutaciones a todos por igual, solo a algunos? ¿Por qué a unos sí, y a otros no? ¿Cómo será la relación entre unos y otros? ¿Habrá una guerra civil? ¿Serían esas mutaciones beneficiosas? ¿Cómo afectarán a los protagonistas? ¿Cuál es el origen de esa droga? ¿Las consecuencias son fortuitas, o fruto de una conspiración? Todas las preguntas que te hagas son pocas; y estas preguntas son las que te ayudarán a definir los entresijos de la trama, y en ellos es donde se oculta la verdadera esencia de los sentimientos, de las emociones, del verdadero valor de tu historia. A este punto también te recomendamos la lectura de los artículos que siguen: Diez tipos de bloqueos creativos, por si estás bloqueado y no sabes cómo seguir; Cómo terminar tu novela, y no morir en el intento; Cuestiones a revisar en un borrador y, por último, saber extraer la verdadera esencia de la historia, así como adaptarla a todos los formatos posibles: Escritores, novelas y borradores. Una solución radical.
Definir los personajes y el triángulo dramático. La trama ejerce una fuerza poderosa sobre los personajes, indicándoles la dirección a seguir. Estos, por inercia, pueden sencillamente dejarse llevar, y hacer lo que se espera que hagan. La trama fluirá como la seda, y no habrá sorpresas, pero quizás, la historia se vuelva demasiado aburrida. De ti depende que esto suceda, o no. A excepción de los guiones de Tarantino, lo normal es que una historia tenga un inicio, un desenlace, y un final, así como un triángulo dramático que la sustente. Este triángulo, basado en el modelo de Karpman, y es tan sencillo como consistente. Pocas historias prescinden de él. Los tres vértices se reducen a la víctima, el héroe, y el villano. Cada uno de ellos tendrá sus propias motivaciones, y tendrás que definirlas, así como situarlas dentro de las preguntas que antes nos hicimos. Qué papel jugaría cada uno de ellos en cada situación. Pero antes tendrás que escoger esos personajes. En el ejemplo que estamos tratando, ¿Quién será el héroe? ¿el capitán de la nave, el doctor, o un simple colono intrascendente para la misión? ¿Y el villano, quizás el sistema informático en plan Hal 9000, o algún líder de una secta religiosa? ¿y la víctima, su pareja, algún familiar, o la salvaguarda de los intereses generales? ¿Y las motivaciones? ¿Y por qué no darle la vuelta a todo esto? Muchas veces los mejores personajes son los que no saben realmente que ellos son los protagonistas, ellos no saben quiénes son realmente, y tendrán que averiguarlo. Pero ojo, recuerda que las decisiones importantes siempre las toma el protagonista. Si son otros los que toman esas decisiones, entonces te has equivocado en la elección de los protagonistas. Según las opciones que escojas, y que irán dando forma a tu idea, la trama será totalmente diferente, tenlo en cuenta. Quizás te convenga hacer varias pruebas, e ir probando a ver qué es lo que mejor funciona. Respondiendo a todo esto estaremos enriqueciendo nuestra historia, y atrás, muy atrás quedará aquella simple idea. Hacer preguntas es la mejor estrategia para dar forma a tu idea.
Identidades múltiples. Ya hemos hablado en otras ocasiones acerca del oficio de escribir, y de cómo es necesario que el escritor tenga la capacidad de producir diferentes personalidades, según cada ocasión. No se trata de qué para ser un buen escritor sea necesario tener lo que se conoce en psicología como Trastorno de la Identidad Disociativo, como el que nos ofrecía John Kusack en la película Identidad (2003), no, por supuesto que no; decir eso sería una barbaridad. Pero sí que se necesita algo especial, una cierta capacidad para actuar. Por eso muchos autores fracasados se meten a escritores, y algunos no lo hacen nada mal. Uno de los grandes errores que comete un escritor es trasladar su propia “cosmovisión” de hechos y realidades, a todos sus personajes, ya sea el herrero de una forja, o el capitán de una nave espacial. Manolete, si no sabes torear…
Otro punto interesante es saber discernir entre el concepto de la idea, y el tema de la historia que vas a contar. Siguiendo con el ejemplo anterior, teníamos una idea de base, que era el viaje espacial cuyos tripulantes estaban afectados por una droga, pero el tema de la historia podría estar sin definir: venganza pasional, suicidio, supervivencia, catástrofes, investigación, etc. Uno puede tener muchas buenas ideas, pero has de saber el por qué has elegido una en particular para convertirla en una buena historia. Algo tiene que haber en tu subconsciente, encuéntralo, y si no lo encuentras quizás la idea no era tan buena.
Y de propina una típica portada pulp la mar de sugerente. Aplica el método hipotético deductivo, y con grandes dosis de imaginación tendrás una historia propia y diferente a la que ha motivado esta portada.