Una de las cosas que más me gustan de las pelis ochenteras es la capacidad que había en aquella época para sacar ideas hasta debajo de las piedras. Sin embargo, en lo que a héroes de acción se refiere prevalecía claramente la figura masculina sobre la femenina, y éstas no llegaron a protagonizar más que alguna que otra rareza; véase Historias de videoclub (I) Pelis de acción años 80. Puestos a recordar algún que otro título acerca de mujeres cañeras, otra de un estilo similar al que hoy comentamos podría ser Tank Girl (1995), aunque posterior a la década en cuestión. Pero si nos centramos en el tema de mujeres robóticas, obviando a Blade Runner, me vienen a la cabeza títulos tan dispares como La mujer biónica (1975), Terminator woman (1991), o la Amiga Mortal (1986) en versión terror. Seguro que vosotros recordaréis alguna otra más, pero lo cierto es durante la década de los ochenta no se prodigaron mucho las películas con mujeres repartiendo mamporros, eso era cosa más de hombres, sino que se lo pregunten a Chuck Norris.
Lo que sorprende de Cherry 2000 es sin duda alguna su planteamiento inicial, dejando a las mujeres a la altura del betún. Si nuestra querida ministra de igualdad viese esta película..., seguro que le saldría algún que otro sarpullido. Aquí el relato nos presenta una sociedad futurista donde las mujeres de carne y hueso son despreciables, y la mejor compañía femenina para un hombre hecho y derecho, es un robot; eso sí, en apariencia indistinguible, y con todos los atributos, físicos y mentales, de lo que se supone una mujer perfecta.
Lo rocambolesco de la trama —aunque quizás algún día esto pueda ser tan cierto como la vida misma—, es que el protagonista, enamorado hasta las trancas de su robot, llega un momento que de tanto trajín amoroso termina por descoyuntarlo, vamos ¡que se lo carga! El robot se le estropea, y como buen enamorado que es, hará lo imposible para conseguir el repuesto necesario, solo que, al ser un modelo antiguo, tendrá que ir a buscarlo donde cristo perdió las zapatillas, y llegar hasta allí no solo no será fácil, sino que tendrá que enfrentarse a todo tipo de peligros. Paradojas de la vida, resulta que el guía que contrata es una mujer de armas tomar —una Melanie Griffith muy atractiva y totalmente irreconocible—, de la que, obviamente, al final terminará enamorándose, y enviando a hacer puñetas al robot, o lo que es lo mismo, diciéndole que vaya a buscar una Pepsi. La moraleja resulta inequívoca.
Área 7, por su planteamiento, nos evoca el recuerdo de aquellas tramas que copaban los magazines pulp de la época, donde la audacia, la acción, el espionaje, y las amenazas conspirativas campaban a sus anchas. Sus protagonistas eran héroes, no superhéroes de capa y martillo, y esto es, precisamente, lo que nos ofrece Área 7; las aventuras de un “marine” de los de siempre, dispuesto a salvar el mundo.
Bajo mi punto de vista, como experto y profesional crítico de cine que soy, podría clasificar las películas según tres criterios irrefutables; uno, aquellas con las que me quedo dormido; dos, las intrascendentes —películas que caen en el olvido mucho antes de que terminen, aunque te la hayas tragado entera—; y tres, aquellas otras que, una vez concluyen, siguen dándote vueltas en la cabeza, e incluso te obligan a buscar opiniones en foros, en páginas webs, y donde haga falta con tal de saber más, o de compartir tu punto de vista. Dentro de este último grupo podría incluir el título que hoy saco a la palestra: Frozen (2010) —A.K.A. Bajo Cero—, una típica producción americana que aun sin ofrecer nada nuevo, y aun siendo una producción de las baratas, consigue mantenerte en vilo hasta el final.
Puede que esto sea una excelente noticia, y según todos los indicios finalmente Amazon se acordará del furgón de cola, pues Reino Unido, Alemania, Francia e Italia ya cuentan con su presencia.
Este gigante del Nasdaq 100 que todo lo puede, pronto desembarcará en nuestro país, prácticamente dentro de un par de telediarios, como suele decirse, ahora bien “spain is diferent”, y por lo tanto ya veremos en qué condiciones lo hace ¿precios? Así las cosas, y dejando a un lado todo lo que vende, que no es poco, lo que aquí nos interesa, es decir “Amazon como plataforma para escritores noveles”, para todos aquellos que ostentáis y ostentamos tal condición, puede que sí tengamos más de un motivo para celebrarlo.
Dicho esto, ya puedes ir afinando tus relatos pulp, tus novelas de terror, misterio, o fantasía, y darle los últimos toques de color a esos mundos más allá de la puerta de Tannhäuser, que tan afanosamente has estado creando durante todo este tiempo. Espabila y maquétalo en formato ebook, o incluso hasta si te atreves también en papel —Amazon tiene ofertas propias de autoedición—, y súbelo a su escaparate. Y como las buenas noticias no vienen solas, ahí va otra con firma de la casa: estamos trabajando en un sistema afiliado con Amazon para que puedas promocionar tus obras desde este humilde site, siempre y cuando sean de temática pulp, claro está. De momento iremos paso a paso, y ahora lo importante es ver que nos cuentan en la rueda de prensa prevista para el día 14 de septiembre. Lástima que no tengamos un enviado especial para que nos cuente de primera mano las posibles novedades, y es que la reportera que tengo contratada a tales efectos se ha ido de vacaciones a no sé dónde, y aun no dado señales de vida. No os preocupéis, sea como sea, daremos buena cuenta de todo.
Fuentes: El Economista, El Mundo.
No era poca la curiosidad que tenía por ver a este Superman en versión nórdica, arreando martillazos en vez de mamporros, y la verdad es que ha estado bastante mejor de lo que me esperaba, aunque quizás diga esto porque esperaba bastante poco.
Las películas de superhéroes no son mis preferidas, aunque siempre hay excepciones, y uno de los motivos principales, perfectamente constatable en Thor 2011, es la trama, tan compleja como el mecanismo de una pastilla de jabón. Y es que sí, los superhéroes son todos muy limpitos, pulcros, y al final, a pesar de los pesares, siempre se salen con la suya. Thor no iba ser menos, y en los primeros compases de la película, aunque no sepas absolutamente nada de sus atribulaciones —algo que no sería de extrañar ya que es uno de los gallitos de la Marvel menos conocidos—, desde el momento en el que ves a los dos hermanos aún renacuajos, Thor y Loki, junto a su padre Odin, ya te están contando el final de la película.
Y ese final, cuando llega, quizás por demasiado previsible, te parezca bastante intrascendente. Hablamos de un final en el que por un lado se confirma la intrascendencia de los personajes secundarios, como son los compañeros de Thor, los cuales se ve que no sirven para nada. También se confirma, no la intranscendencia de esa hermosa muchacha de belleza tímida que se llama Natalie Portman, sino más bien como desperdiciarla cada vez que aparece en pantalla; y llamativo el hecho que en la batalla más dramática de todas, cuando lo del monstruo de hojalata, ni siquiera se sabe dónde se ha metido.
Agosto se ha hecho para no hacer nada. Es un mes horrible para unos, aburrido para otros, y tórrido para la mayoría. Los más afortunados, decúbito prono, siempre podrán dedicarle un tiempo a la lectura, mientras ensalzan sus posaderas sobre una colorida toalla sita entre un cocotero y el mar de las Antillas; los que no tanto, lo mismo podrán disfrutar recostados a la sombra de un buen carballo, siempre y cuando les guste leer, claro está. Para todos vosotros, y con el objeto de facilitaros alguna que otra recomendación, podríamos destacar este título que tanta buena crítica ha coleccionado desde que se publicó: “Un trabajo muy sucio”.
Si bien el periodo de los años veinte supuso la época dorada del pulp americano, a este lado del charco también surgieron grandes escritores aficionados al relato fantástico. Uno de ellos fue el austríaco Gustav Meyrink (19 de enero de 1868 - 4 de diciembre de 1932), un financiero que cayó en desgracia pero que supo reponerse gracias a sus dotes literarias.
Una vez superado un intento de suicidio a los 24 años, y dejando de lado su escasa fortuna en los negocios, se dedicó de lleno al mundo de las letras, al principio como traductor de Dickens. Años más tarde, en 1915, publicó su primera novela, y a la postre, su obra más conocida “El Golem”, todo un clásico dentro de la literatura fantástica del siglo XX, y que ahora Valdemar nos ofrece en su lujosa edición gótica. Sin embargo, el contenido de la obra —y esto es algo que debemos matizar—, se aleja bastante de lo que podríamos entender como literatura pulp. No esperes encontrar el horror de un monstruo de barro asaltando a inocentes jovencitas en plena noche, ni sanguinolentas venganzas, ni combates en la plaza del pueblo. No, el Golem de Gustav Meyrink es una novela onírica, profunda, y cargada de simbolismo.