El olor a gasolina quemada, el atroz ronroneo de una fortaleza volante apunto de bombardear una base secreta nazi, las pin ups del B17 sonriendo pícaramente, y los científicos de la sociedad Vril poniendo los últimos tornillos a su nave Haunebu. La Segunda Guerra Mundial alcanza su cenit, y la prosperidad industrial de los Estados Unidos acaba de despertar. El Dieselpunk era el alimento de la fantasía, y de alguna forma la reconversión de las pulp magazines, agonizantes tras la Gran Depresión.
Aunque ha escrito más de quince libros y miles de artículos, poca gente se acuerda de Herman Kahn, y seguramente muchos otros ni siquiera sabrán de quién se trata. Su nombre no es de los más reconocidos a nivel popular, sin embargo, conceptos y términos tan en boga hoy en día, sobre todo entre muchos escritores de ciencia ficción tales como «apocalipsis nuclear», «guerra termonuclear», «escenarios», «primer golpe», «escalada», o «megatoneladas», se deben por entero a sus trabajos.
Herman Kahn, estratega militar, difícilmente pasaba desapercibido. Su cociente intelectual era de 200, pesaba 136 kilos, y derrochaba personalidad allá donde quiera que fuese. Nació el 15 de febrero de 1922 en Bayonne (Nueva Jersey) y creció esforzándose en superar su intensa tartamudez, lográndolo con el tiempo. A los doce años se trasladó con su madre y sus dos hermanos a los Angeles, donde por fin comenzó a dar rienda suelta a su ávido interés por aprender y conocer cada vez más. Era un habitual de la biblioteca pública, pero como no podía sacar más de tres libros al día, muchas veces se veía obligado a utilizar tarjetas prestadas. Sus preferidos eran los libros de historia, filosofía, física, y especialmente ciencia ficción.
Aunque su mente era distraída, su poderosa memoria fotográfica y su enorme capacidad para asimilar contenidos desde diferentes fuentes a la vez, le hicieron destacar a edad temprana frente a sus compañeros. Ya de niño, adicto a las revistas pulp, en una ocasión su profesor le cazó en plena lectura, y ante toda la clase le recriminó. Herman kahn no dudó un instante, y de inmediato presentó su réplica: una perfecta explicación de todo cuanto había dicho el profesor. No pasó mucho tiempo, y pronto la frase «pregúntaselo a Herman», ya era una contante entre sus amigos y compañeros.
No sé si la obsesión del autor por los números atiende a razones especiales, si ocultan algún mensaje, o si únicamente son fruto de la casualidad —lo cual dudo—, pero lo cierto es que resultan un poco mareantes. Comento esto desde la más absoluta ignorancia, pues a pesar de todos los pesares todavía no he sido capaz de leer ni una sola de sus novelas, y no por falta de interés, sino más bien de tiempo…, sí, tiempo, ese bien tan preciado que día tras días se nos escapa de entre las manos. Bueno, también he de confesar que dentro del género de terror, en lo que a la génesis del mismo se refiere, y a su materialización en todo tipo de monstruosidades imaginables, pues los vampiros quizá sean de los que menos me atraen (creo que esto ya lo he dicho otras veces). Prefiero los zombis —enemigos naturales de estos en términos de popularidad—, o también alienígenas invasores que raptan a nuestras mujeres para procrear… ¡cosas así! Supongo que todo vale a la hora de encontrar una excusa para no haber leído nada de este escritor americano, y eso que en su día lo prometí, o al menos de aquella “manera”. Véase: 99 Ataúdes, David Wellington. Una excusa bastante mala, pues como todos sabréis Wellington no solo escribe sobre vampiros, sino también sobre mis queridos zombis, buenos amigos y mejores personas —al menos quieren a uno por su cerebro, y no por su cuerpo o cartera—.
La edición digital, nos guste o no, puede que sea toda una sentencia de muerte al formato tradicional en papel; y el aroma del mismo, mientras nos sumergimos en una buena historia de terror, será algo cada vez más difícil de experimentar (a no ser que los kindle también reproduzcan ese olor). Así las cosas, parece ser que la compra de un lector de libros electrónicos es un sí o sí. Y si uno no quiere, pues ya se encargan las editoriales de convencerte. Algo que desde luego se ha propuesto Plaza & Janes al lanzar este título de Stephen King «Área 81» a un precio desde luego irresistible, ¡menos de dos euros! Si quieres leerlo, no te queda otra: formato ebook. Comprar eBook Área 81.
Todos conocemos al escritor irlandés Bram Stoker (8 de noviembre de 1847, Clontarf, Irlanda - 20 de abril de 1912, Londres, Reino Unido), y evidentemente nada más escuchar este nombre lo primero que se nos viene a la cabeza es Drácula, su creación literaria más reconocida. Pues bien, dentro de unos días, concretamente el 20 de abril, se habrán cumplido cien años desde su muerte; una muerte como suele ser habitual, rodeada de pena y miseria. Obviamente nos referimos a la muerte del escritor, no de su personaje estrella: Drácula es imperecedero, inmortal, eterno, algo fuera de toda duda. No obstante, el autor no se limitó a escrbir la obra que le hizo famoso, sino que además escribió muchas otras novelas y cuentos. Y, puesto que los vampiros afloran en primavera-verano, como si esto fuese una costumbre: Relatos de vampiros para un verano pulp, ya tenemos la excusa perfecta para ir calentando motores, y esta excusa nos la ofrece la editorial Valdemar. Un evento tan exquisito como éste irá directo a la edición gótica, edición de lujo. Bajo el título: El Invitado de Drácula, y otros relatos extraños y macabros, la editorial reúne un total de trece relatos del escritor (Bram Stoker), de los cuales seis son inéditos.
El palmarés de renombres que hay detras de esta cinta podría hacernos creer que el producto final debería estar a la altura de las expectativas, sin embargo, éstas se difuminan al poco de arrancar la cinta. Da la sensacion que su director William Monhan, otrora guionista de Infiltrados (2006) para Martin Scorsese, no supo como entrelazar las diferentes ideas que el autor de la novela, en la que se basa London Boulevard, debería haberle transmitido.
El irlandés Ken Bruen, escritor de la novela en cuestión, es uno de esos escritores pulp en versión hard boilled, como en las míticas revistas Black Mask, y una pizca de esa esencia sucia y gamberra podemos apreciarla en el largometraje que protagoniza Colin Farrell (un actor que no es de mis preferidos), junto con la guapísima Keira Knightley, una pareja demasiado forzada. Sin embargo, el papel estelar, o al menos el que más perplejo me ha dejado es el de David Thewlis, totalmente irreconocible, y decir que su papel es curioso, es decir muy poco.
A riesgo de no saber si esta novela es digna de mención, o por el contrario, un truño infumable ideal para recomendárselo a alguien que no te caiga bien, el caso es que he decidido destacarla.
Es cierto que el mercado de zombis está sobresaturado, y también es cierto que a todos los que nos gustan estas historias poco nos importa. De hecho, con la segunda temporada de The Walking Dead a falta de un capítulo para concluir, no hay más que echarle un vistazo a los foros típicos para darse cuenta que el interés por estos personajes no solo desaparece, sino que se reproduce como una epidemia sin control. Y ya que he nombrado la serie, si me permitís el inciso, decir que con el capítulo doce, si bien ha ganado muchos enteros también es cierto que se han cargado al tipo que más sabor le daba a la historia (Shane). Pero mejor no nos desviemos de la cuestión principal.