Elvira, la dama de las tinieblas (1988), es una de las comedias de terror más conocida de los años ochenta —bendita década—, aunque de terror, nada de nada. Lo que aquí tenemos es una comedia en toda regla, con un argumento quizás un tanto infantil, pero que, en cierto modo, contrasta de forma efectiva con la exuberancia de su protagonista, y con toda la pila de chascarrillos que colecciona; algunos con muy mala leche, por ejemplo: “…sería tan inútil como regalarle un espejo a un leproso”; o “…, estás tan salida que reventarías a un toro mecánico”.
Las cosas como son, el escote de Elvira es sin duda alguna el único protagonista de esta película. No sé cuántos primeros planos tenemos a lo largo de todo el metraje, pero seguramente este dato habrá batido algún record. Y, lo más increíble, es que a pesar de lo mucho que se bambolea, en ningún momento —para nuestra desgracia—, veremos ni un solo milímetro más allá de lo permitido. Diría que ese dichoso trocito de tela negra está pegado con loctite, directamente a la piel, porque es casi imposible que no se le salga una u otra de esas preciosas tetas, al más puro estilo Sabrina Salerno, con su «Boys, Boys, Boys», un año antes, en aquel memorable Fin de Año de la TVE (1987)
La versión cinematográfica de Jonah Hex -un personaje de cómic-, tenía todos los ingredientes necesarios para convertirse en una buena película de estilo pulposo, aunque la verdad, a vista del resultado, creo que más bien podría tildarse de pulgosa.
No esperaba nada bueno de ella, pero viendo las puntuaciones que le otorgaron los usuarios, según otras webs, pensé que podría sorprenderme, pero anoche la vi, y nada de nada. En resumidas cuentas, da la impresión de ser algo así como la disparatada Wild Wild West (1999), de Will Smith, pero mucho menos imaginativa.
Las historietas publicadas por DC Comics no las conozco, nunca he tenido la oportunidad de leerlas, pero en lo que se refiere a la película, nos encontramos con una trama demasiado lineal y atiborrada de tópicos; incluso creo que ni siquiera está bien contada.
Sipnosis: «Los ojos del diablo» es una película compuesta por dos historias, adaptadas de sendos relatos de Edgar Allan Poe, y dirigidas por dos maestros del género. En la primera «Los hechos del caso del Sr. Valdemar», por George Romero, un viejo millonario sobrevive a la muerte a través del hipnotismo. Su esposa, una mujer más joven, planea con su amante mantener al marido con vida hasta que escriba su testamento. En la segunda «El gato negro», por Dario Argento, un reportero gráfico mantiene una relación con una mujer amante de los gatos, que en una vida anterior fue una sádica bruja.
Las historias que nos cuenta esta película muestran una estética inconfundible, hablamos de los años 80. Veremos un buen puñado de caras conocidas, y los efectos especiales son poco menos que pésimos. Puede que no esté a la altura de Creepshow, y quizás se eche de menos al típico maestro de ceremonias, pues los relatos se presentan tal cual, de forma directa, sin ese aliciente que evoca a las antiguas revistas pulp; e incluso podríamos buscarle muchos otros defectos, pero lo cierto es que el conjunto, a día de hoy, sigue funcionando igual de bien que cualquier otra de sus coetáneas, como es el caso de la citada Creepshow, o de aquellas otras de las que ya hemos hablado con anterioridad; por ejemplo: Los ojos del gato (1985)... ¡Qué grandes los 80!
En una entrada anterior hablábamos de Amicus Productions, una productora inglesa que nació para competir con la Hammer, y que de alguna manera contribuyó a sentar las bases que deberían definir a una buena película de historias cortas, sin embargo, unos cuantos años antes, al otro lado del atlántico, otra de las productoras más importantes dentro del género fantástico y del terror, y fundada en los años 50, ya comenzaba a despuntar por la calidad de sus trabajos, nos referimos a AIP (American Internacional Productions), la cual cuenta en su haber con grandes éxitos, la mayoría dirigidos por Roger Corman, un devoto de la obra de Poe.
Faltan unas cuantas horas para la Noche de Halloween, y esto es algo que se nota en el ambiente. La mayoría de las web hacen referencia al evento de una manera u otra, acercándonos todo tipo de propuestas, y nosotros no íbamos a ser menos. Así que, desde este humilde site, hemos querido hacer lo propio, pero esta vez dejando a un lado los sempiternos clásicos que tanto se repiten. No, no vamos ni hablar, ni a recomendar nada relacionado con Michael Myers; más bien apuntaremos nuestro interés en una dirección mucho más modesta, pero que merece la pena.
Si os gustan las películas de relatos, dejando a un lado las más conocidas Creepshow, Historias de la Cripta. Serie TV. Relatos de Terror, u otras más convencionales como En los límites de la realidad, deberíamos buscar sus verdaderos orígenes en las producciones de la Hammer, pero sobre todo, y fundamentalmente, en la que por aquel entonces era su mayor rival. Hablamos de la productora británica Amicus, fundada en los años sesenta por los estadounidenses Milton Subotsky y Max J. Rosenberg, con un estilo muy similar a la Hammer, y en la cual también camparon a sus anchas los rostros más característicos de la época, como son Christopher Lee o Peter Cushing. La principal diferencia entre las películas de Amicus frente a las Hammer era, precisamente, esa concepción del terror en historias cortas, y siempre presentadas a través de un nexo o hilo conductor como si fuesen una sola. También el estilo era algo más sutil, con un terror más psicológico y menos sangriento. Difícil ver secuencias de tipo gore en películas de la productora Amicus. Uno de sus principales guionistas fue el escritor Robert Bloch, (más conocido por ser el autor de la novela Psicosis, que llevaría al cine Alfred Hitchcock). Bloch era también un asiduo de las revistas pulp como Weird Tales, donde se formó como escritor de terror.