Lo de esta película es de traca. Vistas las críticas y opiniones que uno se puede encontrar en portales como filmaffinity, he de pensar que existen dos versiones muy distintas, porque la que yo he visto no tiene nada que ver. Y como sé que no existen esas dos versiones lo que sigue a continuación es una crítica igualmente extrema, pero en sentido contrario. Lo siento, pero voy a poner esta cinta a caer de un burro, y no porque sea mala —excepto el final—, sino como protesta a algunas etiquetas que se cuelgan tan a la ligera como «película de culto». En primer lugar el título. Un título vacío y confuso que nos evoca el recuerdo de películas como Driver (1978) de Walter Hill, pudiendo incluso hacernos creer que se podría tratar de un remake, pero nada de eso. Difícil recordar esta película por el título; un título insulso. El personaje principal. Su frialdad e inexpresividad pueden resultar soporíferas. Al principio, con sus reglas de conductor nos recuerda Jason Statham en Transporter, pero a partir de ahí cualquier otro parecido se diluye al instante. He leído que su interpretación, con gesto impasible —yo diría que estreñido—, y de pocas palabras —tan lacónicas que ni la verborrea de una monja con votos de silencio—, resulta un ejercicio magistral en lo que al manejo de los silencios y las miradas se refiere, sin embargo no es otra cosa más que una burda imitación de Chuck Norris en versión lampiña.
De vez en cuando uno se encuentra con películas como Attack The Block; películas de las que no esperas demasiado y al final resultan ser de las que más te ofrecen. Si bien la idea de base es tan sencilla como absurda, incluso hasta podría decirse que un tanto prima-hermana de un clásico como Critters —concretamente la tercera parte—, el hecho es que he pasado un rato más que divertido a lo largo de todo su metraje, haciéndose incluso bastante corto.
Todo se reduce a la típica película de historieta pulp, de ésas que tanto proliferaron en el cine de los ochenta, y eso bien llevado es de agradecer. Lo que tenemos son unos bichos del espacio que nadie sabe ni cómo ni por qué, pero terminan en un bloque de vecinos malotes en medio de algún suburbio londinense. Allí cercarán a unos chiquillos delincuentes perfectamente estereotipados, y ése será precisamente su error. Como ya hemos dicho esos bichos son algo así como los Critters, solo que más grandes y con muchísima menos gracia. Lo que sigue, tras las primeras tomas de contacto, son correteos varios por todo el edificio haciendo gala de habilidades tipo macgiver, y como no, de la épica de grupo. El final, tras varias secuencias de estilo “tower defense” de corte Hawkiano, como si del mismísimo Rio Bravo se tratase, nos ofrece un desenlace quizás demasiado típico, pero tampoco estaba la cosa como para pedirle mucho más.
Tras ver el tráiler promocional, y sabiendo que el protagonista no era otro más que Justin Timberlake -un sosainas con cierto parecido razonable a Brian Austin Green, hecho éste que de inmediato me trajo a colación el infame recuerdo de Cross (2011)-, ciertamente supuso que de buenas a primeras el amargo sabor de la desconfianza ya se hubiese acomodado en mi paladar antes de los títulos de crédito. Ya sé que son prejuicios sin fundamento, pero ahí están, y nadie está exento de ellos. En el caso que nos ocupa "In Time", quizás sea hasta indecente airearlos como si tal cosa, pues el film en cuestión es cuando menos original (la idea), algo muy difícil en los tiempos que corren; y nunca mejor dicho al hilo de la temática.
In Time parte de una excelente premisa, y en torno a ésta nos cuenta un relato totalmente inverosímil y que, a mí por lo menos, no me entra ni con calzador. Ya lo decía la frase, “El tiempo es oro”, y algún día quizás no muy lejano sí sea posible cierto grado de inmortalidad, lo cual obviamente no puede estar al alcance de todo el mundo, aunque éste es un aspecto sobre el que habría que debatir ampliamente. Ahora bien, si el tiempo es oro, esta película es un desperdicio.
El problema de In Time es que todos los esfuerzos se gastaron en concebir la idea original, pero a partir de ella los guionistas parece que se han quedado estériles. Nos hablan de una sociedad futurista con unas reglas muy extrañas (imposibles de sostener, e incompatibles con ningún modelo de sociedad civilizada y/o productiva), pero la puesta en escena parece más propia de una película corriente y moliente de los años 70. No hay nada de futurista en este relato, supongo que el presupuesto no daba para más, pero es que así no hay manera… Autobuses, cabinas telefónicas, tendidos eléctricos, y unas persecuciones en coches que parecen sacadas de una película de Steve McQueen. ¡Vale…! Tampoco se trata de adornar las secuencias con pseudo molones cacharritos comprados en el todo a cien de la esquina, como en películas ochenteras, véase “Freejack (1992)”; título que no me preguntéis por qué, pero me venía constantemente a la cabeza mientras veía este deslucido film. Pero vamos, si me pongo a citar todas las películas que me iban viniendo a la cabeza secuencia tras secuencia, pues aun listaría unas cuantas. Lo cierto es que la distopía que nos presenta Andrew Niccol es más bien el resultado de poner la túrmix a toda velocidad, y éste no es otro que una mezcolanza de secuencias repetidas en la historia del cine hasta el hartazgo.
Interesante y extraña película de los años 70 que bien podría haber salido de algún relato sucio y retorcido, con el mundo del hampa de por medio. Porque sí, Carne Viva es una película de gánsteres, pero de típica no tiene nada. Los protagonistas son de primera línea, con un duelo pletórico entre Lee Marvin y Gene Hackman, pero todo lo que envuelve esta historia es sucio, denigrante, y nada tiene que ver con el lujo glamuroso de otras películas sobre mafiosos; ni tampoco veremos persecuciones de coches, ni trapicheos de drogas, ni fastuosos apellidos italianos silbando por las calles, ni enormes rusos cuadros de hormonas; nada de todo eso.
Tiempo atrás hablábamos de los «Héroes de Acción de los Ochenta»: Historias de videoclub (I). Pelis de acción, años 80; casi todos unos dinosaurios a día de hoy; sin embargo, los de la siguiente década todavía es posible verlos en plena acción, o mejor dicho, arrastrándose por la pequeña pantalla en producciones de bajo presupuesto, otrora ilustres repartidores de estopa, a diestro y siniestro. Steven Seagal, Weslye Snipes, o Van Damme son algunos de sus nombres, en la actualidad único reclamo para unas cintas que solo suscitan el interés de unos pocos nostálgicos (a excepción de títulos tan anhelados como Mercenarios 2, rebelión en el Imserso; la cual no pienso perderme por nada en el mundo), y es por ello que cuando me dispuse a ver Juego de Asesinos lo hice más que nada por curiosidad, sin otra intención que la de perder un rato de mi vida tumbado en un sofá y ejercitando la sana actividad del encefalograma plano, y… ¡oh, sorpresa! Tras la frase lapidaria de Nietzsche que abre la película, y tras unos primeros planos de telefilm anodino, poco a poco ese Juego de Asesinos se va transformando en una buena película de acción; bastante buena diría yo: «La mejor arma contra un enemigo es otro enemigo.Friedrich Nietzsche (1844 – 1900)».
A pocas horas de una noche mágica, seguidamente os recomendamos una película para que podáis disfrutar de la festividad que nos ocupa, el Samhain (Samaín, tal y como lo conocemos en Galicia); o Noche de Halloween, para quien así lo prefiera.
Si lo recordáis, nuestra última recomendación fue Truco o Trato (2008), una película de historias cortas directamente relacionadas con la temática de Halloween, y aunque se barruntaba la posibilidad de la segunda parte para la noche de hoy, me temo que no será posible. Sin embargo, tenemos un reciente estreno en DVD de lo más apetitoso: Black Death, y no es una película de terror en sentido estricto, pero el relato que nos cuenta está íntimamente ligado con los ritos paganos y la resurrección de los muertos, y además… ¡está muy bien hecha!
Christopher Smith es un director británico con pocas películas a sus espaldas, sin embargo, las dos únicas que hasta la fecha había visto de él, Severance y Creep, me han dejado un muy buen sabor de boca. Así, con tales precedentes, y teniendo en cuenta las enormes posibilidades narrativas de una época tan oscura, tétrica y espeluznante como fue la “Ira de Dios”, en forma de peste negra o peste bubónica, allá por el medievo, las expectativas eran enormes. Black Death, además, cuenta con un actor para el papel protagonista que me gusta bastante, Sean Bean –lo tengo pendiente de contratación para mi película Zombis vs Vampiros, donde debería encarnar el papel del capitán Sullivan, pero en fin, esa es otra historia–.
Anoche, anticipándome a Halloween, vi Black Death, y aunque quizás era mucho lo que esperaba de ella, lo cierto es que aun sin colmar todas mis expectativas, creo que puedo sentirme satisfecho; e incluso reconociendo que el guión no aporta nada nuevo, siendo en todo momento bastante predecible. En algunos foros he leído que se parecía demasiado a The Wicker Man (véase versión original y secuela), y ciertamente los parecidos son mayúsculos. Pero todo ello da igual, porque la película resulta muy entretenida.
Hoy es un día triste; ha muerto Steve Jobs, y a una edad demasiado temprana. Como dijo Galileo Galilei, el mundo se mueve; sí, se mueve, pero es la gente como Steve Jobs la que le da sentido y significado a ese movimiento. Todos le recordaremos no solo por lo que hizo, sino también por todo lo que podría hacer. Sin embargo, como decimos, el mundo seguirá girando, seguirá moviéndose, y otros tomarán su relevo. Sin gente así no existiría internet, no existiría esta web, y todavía estaríamos dando gruñidos en la caverna de Platón. Pero aquí estamos, y la providencia ha querido que la entrada que tenía prevista para hoy, una humilde crítica sobre una película de superhéroes, que nada tiene que ver con los de verdad, quede así recogida en tan singular fecha. En fin, seguimos… ¡hablemos de la Linterna Verde!
Tanto superhéroe, uno tras otro, como si fuese la cola de un baile de disfraces, puede llegar a ser harto cansino. Con esta premisa, cuando le di al play…, lo hice consciente de que me quedaría dormido a los cinco minutos, sobre todo después de la insulsa Thor, que me dejó bastante decepcionado, y más aún con el cansancio que arrastro en estos últimos días; lo cierto es que apenas tengo tiempo ni para dedicárselo a la web —lo siento, y pido disculpas—, pero…, ¡no, no me quedé dormido! Es más, con ese arranque espectacular, con el piloto protagonista en plan Top Gun, tratando de batir a dos cazas ultimísimo modelo, tanto que ni siquiera necesitan de piloto… ¡pues ya me ha ganado!
La historia empieza muy bien; con todos sus tópicos, pero bien. Tiene algo que engancha, y según avanza la trama el interés no es que crezca, pero al menos se mantiene, lo cual no es poco. Y se mantiene lo suficiente como para obviar el patético momento de todo superhéroe, es decir, cuando se calza sus mallas a todo color y aun por encima con un ridículo antifaz que no sé para qué sirve, porque es imposible ocultar tu identidad con semejante tontería. Ya lo he dicho otras veces; es muy difícil que un personaje de cómic funcione en formato película de carne y hueso. Aunque siempre hay excepciones. La pregunta es… ¿La Linterna verde es una de ellas?