Supongo que nadie lo negará, y es que ver a Daniel Radcliffe haciendo algo distinto a su personaje de Harry Potter es ya de por sí una razón de peso a efectos de marketing; lo cual sería una pena, porque la película en cuestión es lo suficientemente buena como para no tener que recurrir a estas triquiñuelas. De hecho, La Dama de Negro es una buena película en conjunto, y los es por su excelente ambientación, su puesta en escena, y un perfecto diseño del habitual carrusel de sustos; sin embargo, también es cierto que si afinamos nuestra crítica, el fondo del asunto es un tanto vacío, y ya no digamos la segunda parte: La dama de negro 2: El angel de la muerte (2015), donde el listón baja estrepitosamente.
No sé cuánto tiempo habrá pasado desde la última vez que vi esta película de Sam Peckinpah; no lo sé, pero seguro que más de veinte años. Un título que recordaba con gran impacto, no en vano por aquel entonces no era más que un crio, sin embargo con el paso de los años me había olvidado por completo de ella. Es ahora, con su remake a la vuelta de la esquina, cuando se encendió en mí la tenebrosa luz de un recuerdo terrible, trepidante, angustioso..., y excitante. De inmediato sentí el deseo de volver a disfrutarla. Salvando las distancias, algo parecido me sucedió hace poco con el Remake de The Mecanic, de Jason Stahan; si no fuese por ese remake es más que posible que nunca me diese por volver a ver la original de Charles Bronson; y que buena ésta última por cierto. Es irónico, pero a veces el principal propósito de un remake es el de hacernos buscar como locos la versión original; muchas veces es para lo único que sirven.
Lo de esta película es de traca. Vistas las críticas y opiniones que uno se puede encontrar en portales como filmaffinity, he de pensar que existen dos versiones muy distintas, porque la que yo he visto no tiene nada que ver. Y como sé que no existen esas dos versiones lo que sigue a continuación es una crítica igualmente extrema, pero en sentido contrario. Lo siento, pero voy a poner esta cinta a caer de un burro, y no porque sea mala —excepto el final—, sino como protesta a algunas etiquetas que se cuelgan tan a la ligera como «película de culto». En primer lugar el título. Un título vacío y confuso que nos evoca el recuerdo de películas como Driver (1978) de Walter Hill, pudiendo incluso hacernos creer que se podría tratar de un remake, pero nada de eso. Difícil recordar esta película por el título; un título insulso. El personaje principal. Su frialdad e inexpresividad pueden resultar soporíferas. Al principio, con sus reglas de conductor nos recuerda Jason Statham en Transporter, pero a partir de ahí cualquier otro parecido se diluye al instante. He leído que su interpretación, con gesto impasible —yo diría que estreñido—, y de pocas palabras —tan lacónicas que ni la verborrea de una monja con votos de silencio—, resulta un ejercicio magistral en lo que al manejo de los silencios y las miradas se refiere, sin embargo no es otra cosa más que una burda imitación de Chuck Norris en versión lampiña.
Ambas películas forman parte de sus respectivas sagas, sin embargo la expectación suscita cada una de ellas es bien distinta, o al menos así lo es para quien escribe estas líneas. Aunque si digo que, por Hype, Prometheus gana por goleada, quizás no me equivocaría demasiado.
Derroche de imaginación, gadgets ridículos e imposibles, situaciones desternillantes, y un Will Smith haciendo lo que mejor sabe hacer: ¡El bobo! Sí, Men In Black 3 está a la vuelta de la esquina, y para ir abriendo boca seguidamente os dejamos el primer tráiler en castellano, para que os regocijéis.
De vez en cuando uno se encuentra con películas como Attack The Block; películas de las que no esperas demasiado y al final resultan ser de las que más te ofrecen. Si bien la idea de base es tan sencilla como absurda, incluso hasta podría decirse que un tanto prima-hermana de un clásico como Critters —concretamente la tercera parte—, el hecho es que he pasado un rato más que divertido a lo largo de todo su metraje, haciéndose incluso bastante corto.
Todo se reduce a la típica película de historieta pulp, de ésas que tanto proliferaron en el cine de los ochenta, y eso bien llevado es de agradecer. Lo que tenemos son unos bichos del espacio que nadie sabe ni cómo ni por qué, pero terminan en un bloque de vecinos malotes en medio de algún suburbio londinense. Allí cercarán a unos chiquillos delincuentes perfectamente estereotipados, y ése será precisamente su error. Como ya hemos dicho esos bichos son algo así como los Critters, solo que más grandes y con muchísima menos gracia. Lo que sigue, tras las primeras tomas de contacto, son correteos varios por todo el edificio haciendo gala de habilidades tipo macgiver, y como no, de la épica de grupo. El final, tras varias secuencias de estilo “tower defense” de corte Hawkiano, como si del mismísimo Rio Bravo se tratase, nos ofrece un desenlace quizás demasiado típico, pero tampoco estaba la cosa como para pedirle mucho más.
Tras ver el tráiler promocional, y sabiendo que el protagonista no era otro más que Justin Timberlake -un sosainas con cierto parecido razonable a Brian Austin Green, hecho éste que de inmediato me trajo a colación el infame recuerdo de Cross (2011)-, ciertamente supuso que de buenas a primeras el amargo sabor de la desconfianza ya se hubiese acomodado en mi paladar antes de los títulos de crédito. Ya sé que son prejuicios sin fundamento, pero ahí están, y nadie está exento de ellos. En el caso que nos ocupa "In Time", quizás sea hasta indecente airearlos como si tal cosa, pues el film en cuestión es cuando menos original (la idea), algo muy difícil en los tiempos que corren; y nunca mejor dicho al hilo de la temática.
In Time parte de una excelente premisa, y en torno a ésta nos cuenta un relato totalmente inverosímil y que, a mí por lo menos, no me entra ni con calzador. Ya lo decía la frase, “El tiempo es oro”, y algún día quizás no muy lejano sí sea posible cierto grado de inmortalidad, lo cual obviamente no puede estar al alcance de todo el mundo, aunque éste es un aspecto sobre el que habría que debatir ampliamente. Ahora bien, si el tiempo es oro, esta película es un desperdicio.
El problema de In Time es que todos los esfuerzos se gastaron en concebir la idea original, pero a partir de ella los guionistas parece que se han quedado estériles. Nos hablan de una sociedad futurista con unas reglas muy extrañas (imposibles de sostener, e incompatibles con ningún modelo de sociedad civilizada y/o productiva), pero la puesta en escena parece más propia de una película corriente y moliente de los años 70. No hay nada de futurista en este relato, supongo que el presupuesto no daba para más, pero es que así no hay manera… Autobuses, cabinas telefónicas, tendidos eléctricos, y unas persecuciones en coches que parecen sacadas de una película de Steve McQueen. ¡Vale…! Tampoco se trata de adornar las secuencias con pseudo molones cacharritos comprados en el todo a cien de la esquina, como en películas ochenteras, véase “Freejack (1992)”; título que no me preguntéis por qué, pero me venía constantemente a la cabeza mientras veía este deslucido film. Pero vamos, si me pongo a citar todas las películas que me iban viniendo a la cabeza secuencia tras secuencia, pues aun listaría unas cuantas. Lo cierto es que la distopía que nos presenta Andrew Niccol es más bien el resultado de poner la túrmix a toda velocidad, y éste no es otro que una mezcolanza de secuencias repetidas en la historia del cine hasta el hartazgo.