Esta vez dejamos a un lado las reseñas literarias para centrarnos en una de las obras cinematográficas más polémicas de todas. Maravilla del séptimo arte para unos, pura bazofia para otros, pocas películas han logrado cautivar y escandalizar a partes iguales a los críticos sin que éstos puedan conseguir ponerse de acuerdo a la hora de catalogar esta producción tan bizarra. Plan 9 del Espacio Exterior es una de esas películas que todo el mundo debe ver al menos una sola vez, y que desde luego no deja a nadie indiferente. Eso sí, unos quedarán tan aborrecidos después del visionado que arrojarán el DVD (o equivalente) directamente a la basura, mientras que otros la conservarán como paño en oro entre su colección exquisita de cine.
Cuando uno se ve inmerso en una tertulia junto a los amigos, tomando unas cervezas y hablando de películas y libros de pulp, suelen surgir los mismos nombres de siempre, y más si la charla circula sobre el tema de las invasiones alienígenas. Los ladrones de cuerpos de Jack Finnell, ¿Quién Anda Ahí? de John W. Cambell, Invasores de Marte, El amo ha muerto de Harry Bates..., y por supuesto sus versiones cinematográficas (La Invasión de los Ultracuerpos, La Cosa o Ultimátum a la Tierra, por ejemplo) son los primeros títulos a relucir. Sin embargo existen muchas otras novelas cuyo éxito se ha visto ensombrecido por el paso del tiempo y por el aplastante éxito de sus competidores. Así pues, hoy hablaremos de una de estas obras que no voy a decir que sean secundarias, pero que por un motivo u otro la historia las mantiene en un peldaño por debajo de otros títulos de renombre, me refiero a Los Cuclillos de Midwich, una novela sobre la cual, hasta la fecha, se han rodado tres películas. Puede que la novela no os suene de nada, pero seguro que si mencionamos el terrorífico título de... «¡El Pueblo de los Malditos!», entonces la cosa cambia; ¿verdad?
A estas alturas todo el mundo sabe quién es Edgar Allan Poe, maestro de la literatura universal que nos dejó un buen puñado de obras inolvidables, la mayoría de ellas bajo la forma de relato corto de terror gótico. Muchos especialistas de la historia literaria le atribuyen dos méritos muy notables: que fue el primer escritor en intentar vivir solamente de su obra, y que fue el creador del género literario de los detectives investigadores. Pero entrar a debatir este asunto exigiría un artículo demasiado extenso, al igual que enumerar la obra, vida y milagros de este autor archiconocido, así que nos limitaremos (al menos hoy) a centrarnos en tres de sus relatos más importantes (y más veces adaptados al cine): Los Crímenes de la Calle Morgue, El Gato Negro, y El Cuervo.
En el último artículo que escribí, que trataba sobre el tema de las Casas Encantadas, ya cité una película de la productora Amicus titulada La Mansión de los Crímenes. Es una peli de relatos, donde el segundo de ellos trataba sobre un individuo que visitaba un museo de cera donde una de las esculturas tenía un parecido asombroso con una mujer que conocía. Pues bien, en este artículo vamos a hablar de este tema en concreto. Dentro de las historias de terror, el mundo de los museos de cera constituye uno de los subgéneros más amados (y explotados) por todos. ¿Acaso no resulta inquietante contemplar efigies en extremo parecidas a nosotros, con esos rostros brillantes y pulidos, que normalmente representan afamados iconos del terror? Salas mal iluminadas, llenas de estatuas cerúleas inmóviles, donde reina un ambiente siniestro en cuyos rincones oscuros acechan ocultos a nuestros ojos los asesinos más retorcidos que cabría imaginar. ¿O tal vez el asesino es una de las esculturas de cera, disimulando mientras vigila cada uno de nuestros movimientos a la espera de asestar el golpe definitivo cuando menos lo sospechamos? Bienvenidos al horror de lo que se oculta en…¡los Museos de Cera!
Los años 50 fueron especialmente pródigos para la ciencia ficción, en concreto para las invasiones alienígenas, lo cual no era más que la continuidad de la Literatura Pulp que con el cine experimentaba un cambio de formato y una imagen renovada. En el artículo que sigue nuestro compañero Eihir nos hablará de una de las películas más icónicas de la Serie B de esta década, y todo un referente para que cualquier osado extraterrestre se lo piense dos veces antes de invadirnos, pues los terrícolas nos tomamos muy en serio estas cuestiones. Invasores de Marte (1953) es una película mítica, de culto como suele decirse, y junto con otros múchos títulos coetános, como son Ultimátum a la Tierra (1951), La Guerra de los Mundos (1953), o La Invasión de los Ladrones de Cuerpos (1956), nos muestra el temor innato a lo desconocido, un temor que a su vez nos seduce, nos atre y nos fascina. Tal y como hemos visto en un artículo anterior Los ladrones de cuerpos, dos eran los mecanismos preferidos por aquellos que deseaban hacerse con nuestro planeta, uno la réplica o duplicación, y otro la posesión o dominación del sujeto. Invasores de marte (Invaders From Mars), que tuvo su remake en los años 80 de la mano de Tobe Hooper, opta por lo segundo, cuyo guión presenta una serie de ideas muy similares a las que Robert Heinlein desarrolló en 1951 para su novela The Puppet Masters (Amos de títeres). De todo ello, y mucho más, nos hablará el redactor de este magnífico artículo.
The Body Snatchers (Jack Finney, 1955), traducida como «La invasión de los ladrones de cuerpos» o «Los invasores de cuerpos», es una novela de ciencia ficción publicada en la revista Colliers Magazine que, junto a ¿Quién anda ahí? (John W. Campbell, 1938; ver artículo: La Cosa, basada en una novela pulp de John W. Campbell) e Invasores de Marte (1953, John Tucker Battle), forma una trilogía que podía denominarse como Trilogía de los Invasores Alienígenas Replicantes. Si la idea original de Campbell era describir la situación de paranoia entre un grupo de científicos en una base del ártico, creada por el descubrimiento de una criatura alienígena capaz de replicar a un ser humano, lo que hizo Battle fue escribir un relato de una invasión alienígena bien organizada y planificada, suplantando poco a poco a la población de una ciudad. Sin embargo, es Finney quien con sus Ladrones de Cuerpos se lleva el gato al agua con esa invasión de vainas emigrantes, capaces de engendrar una semilla de un ser humano para duplicarlo con exactitud y así poder sobrevivir en un nuevo planeta. Por supuesto que en la Literatura Pulp ya existían obras anteriores a la de Finney con el tema de la duplicación, pero la novedad de esta novela es la forma en la que se produce, sentando las bases para multitud de obras posteriores que homenajearon, plagiaron, o copiaron la idea (algunas de forma terriblemente descarada).
Expediente X (X-Files en inglés) fue una serie de televisión de los noventa (1993-2002) cuyo éxito resultó tan tremendo como inesperado. Dentro de la Literatura Pulp uno de los tópicos más característicos es el de los detectives e investigadores de lo paranormal: Occult Detective Fiction; fuente de inspiración inequívoca para los productores de la serie. Sorprende que, hasta la fecha, no hubiese ninguna otra propuesta televisiva similiar que metiese al público en el bolsillo de la misma forma que lo hizo Expediente X. La mayoría de los intentos fueron bastante discretos, muchos de ellos en la década de los ochenta, entre los que cabe destacar (al menos que ahora recuerde) ejemplos como Cazadores de Sombras (1985-86), o Misterio para tres (1987). De todas formas, y para más información, en IMDB podríamos obtener una lista con un buen puñado de títulos: Occult Detectives. Sin embargo, la pareja de detectives del FBI creada por Chris Carter para la cadena Fox, e interpertados por David Duchovny y Gillian Anderson, como los agentes Fox Mulder y Dana Scully, sencillamente arrasó, desbordando todas las expectativas.